La Pentax K-x es otra de esas cámaras réflex cuyo precio te engaña pero
cuyas prestaciones y características son propias de una réflex
semiprofesional. Ofrece 12,4 megapíxeles de resolución, estabilizador de
imagen integrado en el propio cuerpo (muy importante, a diferencia de
otras marcas como la Nikon por ejemplo en las que el estabilizador va en
el objetivo encareciendo su precio), 11 puntos de enfoque automático y
grabación de vídeo en alta resolución. Muy recomendada para los que
piden una cámara réflex con prestaciones correctas y sin exagerar.
En cuanto al sellado, queda de momento relegado a la gama alta
(representada por la K-7) y a la ya descatalogada K200D, cuyo relevo
algunos siguen esperando.
Los botones y diales tienen un tacto
agradable y su funcionamiento es más que correcto. Es también
interesante el ya clásico botón verde de Pentax, que podemos programar
para asociarlo a alguna función de la cámara, desde centrar el punto de
enfoque a seleccionar un estilo de imagen.
l zoom que acompaña por defecto a la K-x es el Pentax 18-55 mm
f3.5-5.6 DA , en lugar de la versión II que venía con la K200D. Así, se
han quedado por el camino algunos detalles realmente interesantes, como
la bayoneta metálica, el parasol o el sistema de cambio rápido de
enfoque automático a manual. Su peso ronda los 200 gramos,
convirtiéndose en el complemento ideal para un cuerpo tan ligero como el
de la K-x.
Su rendimiento óptico tampoco decepciona, siempre
dentro de lo exigible en este rango de precios. Además, tal y como ya
ocurría con la K-7, esta cámara dispone de un sistema de corrección por
software de algunos de los problemas clásicos de los objetivos.
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