Pintor francés. Ingresó muy joven en el taller de Lehmann, donde
aprendió las teorías acerca de la luz y el color inspiradas en el
clasicismo de Ingres. Más tarde participó en la fundación del Salón de
Artistas Independientes, que agrupaba pintores de nuevas tendencias como
el neoimpresionismo o puntillismo, corriente de la que fue el
iniciador. Seurat llevó al límite la experiencia impresionista y, en
lugar de reproducir los efectos de la luz, empezó a pintar mediante
toques aislados y a plasmar las formas reducidas a sus características
esenciales. En un lapso de siete años realizó sus cuadros más
importantes: Un baño en Asnières (1884), Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1886), su obra maestra, y Parada del circo
(1888), entre muchas otras. Los aspectos técnicos de su obra influirían
en los fauves, y sus rigurosos estudios teóricos, en los cubistas.
Para poder plasmar la visualización pictórica de estos
principios, Georges Seurat realizó una disminución progresiva de la
pincelada hasta reducirla a pequeños puntos de colores puros, sin
mezclar, que al fundirse en la retina del que contempla el cuadro
producen un efecto de gran luminosidad e intensidad cromática. La
lectura de los autores citados y sus propias investigaciones con las
"mezclas ópticas" lo llevaron a buscar la plasmación de colores
secundarios brillantes (por ejemplo, el verde) por medio de colores
primarios (azul y amarillo) que no están realmente mezclados sino
próximos, de modo que es el ojo humano el que, a cierta distancia,
percibe el color buscado. paul signac en su libro De Delacroix al neoimpresionismo,
reveló los secretos de esta técnica, que parte del principio de que el
color negro no existe en la naturaleza y que, por ello, consigue los
tonos grises sin recurrir al mismo. El "puntillismo", designación
que no era del agrado de sus creadores, toma el nombre de los puntos y
rayas cortas yuxtapuestas que componen la trama de esta pintura.
Las ideas de Seurat fueron seguidas por Signac;
ambos se conocieron en el Salón de los Independientes de París del año
1884, lugar en que exponían los pintores aún desconocidos, a los que la
Academia Francesa no reconocía suficiente calidad para exponer en la
muestra oficial. En 1885 se les unió Camille Pissarro; los tres pintores
formaron el núcleo del grupo que sería luego conocido con el nombre de
neoimpresionistas o puntillistas. Al igual que los impresionistas,
buscaban expresar las calidades esenciales de la luz y el color. Pero a
pesar de apuntar a objetivos similares, estos dos movimientos pictóricos
se contraponían.
La influencia del puntillismo fue amplia, pero de corta duración, pues
lo estricto de las reglas chocaba con la sensibilidad propia de cada
artista. Además, las ideas en sí mismas eran difíciles de llevar a la
práctica y la teoría dejaba muchos problemas sin resolver. Cuando los
pequeños puntos no lograban fundirse, producían el mismo efecto que un
mosaico. Sin embargo, aun cuando el puntillismo fuera rápidamente
abandonado, obtuvo muchos logros, entre los que se cuenta el de
propiciar la creencia de que el arte debía apoyarse en el conocimiento
científico, idea que, de algún modo, condujo al nacimiento del cubismo y
del arte abstracto.
Con Un baño en Asnières, Seurat pretendió compararse a los
impresionistas, afrontando un tema bastante común entre ellos: el recreo
al aire libre. Los efectos lumínicos, como el reflejo del cielo en el
agua, son tratados con sumo detalle, y la importancia del volumen y sus
contornos, así como lo premeditado de la composición, nos remiten a
Piero della Francesca. Del mismo modo que cezanne ,
Seurat tiende a la realización de elementos geométricos, aunque
elegantemente estilizados. Su manera de realizar la pintura fue también
totalmente diferente de la de los impresionistas: trabajó la escena en
su estudio durante un largo período de tiempo, y utilizó tanto apuntes
realizados en forma impresionista como dibujos cuidados y casi
académicos para cada detalle del cuadro, incluyendo las ropas de los
bañistas dejadas en el suelo. El resultado es una pintura de permanente y
clásica calidad, en que cada línea, cada color, están calculados con
precisión científica y donde no hay nada accidental.
En La parada (1888, Metropolitan Museum, Nueva York), Seurat
representó un espacio nocturno iluminado por luz de gas, bajo una
atmósfera densa y tenebrosa. En esta ocasión las formas geométricas
deshumanizan a los personajes, dotándolos de cierta rigidez arcaizante.
En general, su obra se caracteriza por sus figuras hieráticas que nos
recuerdan, en cierto modo, la escultura egipcia y a Piero della
Francesca. Sus cuadros son un claro rechazo de la pintura de carácter
"romántico" cultivada por Manet, y su obra estableció las premisas de lo
que más tarde sería el fauvismo y el cubismo.
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