2014 Alemania 122 minutos. Drama. Director: Giullo Ricarielli. Guión:
Elisabeth Bartel, Giulio Ricciarelli. música: Sebastián Pille.
fotografia: Roman Asin. Productora: Beta Film. Reparto:alexander
fehling, andre szymanski, friederike betch, johannes krish, hansi
jochmann, johann von buelow, robert hunger buehler, lukas miko, gert
voss.
Sinopsis: Un joven y ambicioso fiscal descubre cómo importantes instituciones
alemanas y algunos miembros del gobierno están involucrados en una
conspiración cuyo fin es encubrir los crímenes de los nazis durante la
Segunda Guerra Mundial
A veces se nos olvida que las cosas no han sido siempre como las
conocemos hoy. Que ha habido gustos, conveniencias, concesiones,
limitaciones o miedos que han condicionado el decurso de los
acontecimientos y han marcado el cómo vemos, asimilamos, recordamos y
recontamos el pasado. Ahora nos parece un tópico, un lugar común o
incluso un terreno demasiado trillado y fatigoso el de la persecución,
acoso, internamiento y masacre de los judíos durante la II Guerra
Mundial por el maniaco delirante de Adolf Hitler, que creía que el
culmen de todos los males, el origen de toda las desgracias, el
catalizador de todos los infortunios radicaba en lo que él veía como
‘pueblo judío’ y que acabó convirtiendo en el ‘problema judío’.
Pero la memoria es lo más endeble, manipulable y antojadizo que hay,
siempre sujeta a modas, a utilidad política o social o a simple vagancia
edulcorada. Se tardó muchos años en comprender, asimilar y asumir lo
que significó el aciago holocausto judío, tanto por la población mundial
como por el propio pueblo alemán, que tan concienzuda como sañudamente
había colaborado (o al menos no había impedido) que sus semejantes
fueran asesinados por el simple hecho de anularles como seres humanos,
por centrarse sólo en una particularidad genealógica (entre tantas
posible) para negarles primero su nacionalidad, luego su dignidad y su
patrimonio, hasta acabar con sus vidas. Lo fatal es que costó mucho que
los alemanes asumieran su responsabilidad en semejante atrocidad, en
semejante despropósito (los austriacos aún no han realizado un acto de
contrición semejante). Y por ello hace mucho bien que nos recuerden que
la memoria hay que labrarla y forjarla, aún a riesgo de convertirse en
un mero tópico devaluado.
Vaya por delante el loable intento de esta película de mostrar (ahora
que se cumple el 75 aniversario de Auschwitz) el tenaz y titánico
esfuerzo que supuso que Alemania misma abriera aquellas heridas cerradas
en falso para permitir que cicatrizaran de forma sana, provechosa y
fructífera. Sólo desde la conciencia de que la inhumanidad no hay forma
de justificarla ni excusarla, se consigue avanzar y permite
responsabilizarse del pasado, labrar un presente digno que nos permita
ganar un futuro saludable.
La pena es que esta película sea demasiado simple, demasiado plana,
llena de buenos propósitos pero escasos logros. Se deja ver con
indulgencia y entretiene, pero se queda muy corta y casi trivializa lo
que fue una de las grandes vergüenzas del siglo XX. Bienvenida sea, pero
supone casi una oportunidad perdida.
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