2011 Estados Unidos. 91 minutos. director: Jodie Foster. guión: Kyle
Killen. música: Marcelo Zarvos. fotografia: Hagen Bogdanski.
Productora: Summit Entertainment / Entertainment One. Reparto: Mel
Gibson, Jodie Foster, Anton Yelchin, Cherry Jones, Riley Thomas Stewart,
Zachary Booth, Jennifer Lawrence, Jeff Corbett, Baylen Thomas.
Sinopsis:
Walter Black (Mel Gibson) es un hombre que padece una profunda
depresión. Su única vía de escape, su único consuelo, es una marioneta
que representa a un castor, al que trata como si fuera una persona.
Perseguido por sus propios demonios, Walter, que fue en otro tiempo un
exitoso ejecutivo de una empresa de juguetes, emprenderá con su
marioneta un viaje de autodescubrimiento...
«Este es un retrato de Walter Black. Un individuo irremediablemente
deprimido. En algún lugar de su interior hay un hombre que se enamoró,
que formó una familia y dirigía una empresa de éxito. Ése hombre ha
desparecido y por mucho que lo intente, y lo ha intentado todo, Walter
no consigue hacerle volver. Es como si hubiese muerto pero no hubiera
tenido la sensatez de llevarse su cuerpo consigo…»
Lo que fue una familia modélica y sacada de un anuncio de televisión se
ha convertido en un hijo pequeño solitario e invisible para su padre,
hijo mayor que tiene pánico volverse como su padre y mujer que se ha
refugiado en su trabajo para no hacer frente a la realidad. Y
posiblemente lo mejor de la propuesta de Jodie Foster sea deprimir,
humillar y ‘marionetizar’ a Mel Gibson en un juego que abarca desde
“Tamaño natural” (sin muñeca hinchable y con castor), uno de los relatos
que componía “Al morir la noche” donde la marioneta controlaba al
ventrílocuo y “Terroríficamente muertos” o “El diablo metió la mano”.
Si la dicotomía habitual del género dramático familiar estadounidense se
basaba y constaba de la elección entre familia y trabajo aquí el
protagonista ha perdido ambas debido a una tremenda depresión. El final
del camino es el inicio de otro como modo de auto-defensa y
supervivencia. Así la mente humana de Walter Black genera un
desdoblamiento de personalidad mediante un apéndice que acaba manejando,
cual parasito alienígena, el cuerpo del anfitrión para hacerle
recuperar lo perdido.
El problema de la premisa interesante y ridículamente estúpida (y
divertida) es que prometía ciertas posibilidades cómico-dramáticas
dependiendo si el material acaba en los hermanos Farrelly o una revisión
bizarra de “Jerry Maguire” de Cameron Crowe. Ni lo uno ni lo otro
porque “El castor” acaba convirtiéndose en lo que inicialmente parecía
que quería evitar: la dicotomía, pese a la nueva autoafirmación de la
personalidad de una marioneta sobre el mundo, vuelve a erigirse hiriendo
de muerte al peluche. La familia americana sigue siendo el foco
hipócrita del éxito del american way of life con sus frases de
auto-bombo y falsa auto-ayuda: ‘Todo va a salir bien’. “Infelices para
siempre” y Mister Floppy tenían más mala leche, gracia y daban menos
sermones.
https://www.youtube.com/watch?v=DOSOWNS3jts
trailer
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