España- Argentina 2002 110 minutos. directora: Patricia Ferreira.
música: javier navarrete, jose nieto. fotografia: marcelo camorino.
productora: tornasol films. guión: Patricia Ferreira, Enrique Jiménez
(Novela: Lorenzo Silva). reparto: Ingrid Rubio, Roberto Enríquez, Chete
Lera, Adriana Ozores, Miguel Ángel Solá, Jordi Dauder.
sinopsis: En un motel de carretera es hallado el cadáver de un hombre desnudo y
atado a una cama. El sargento Rubén Bevilacqua (Vila) y su colega
Virginia Chamorro se encargan de la investigación del caso, que es
especialmente delicado porque Trinidad Soler, el muerto, era ingeniero
de una central nuclear, de modo que la prensa se ha apuntado a las
especulaciones más tremendistas. La víctima era un hombre corriente,
apreciado en su trabajo, casado y con hijos pequeños y, en principio, no
hay sospechosos. Lo único que averiguan Bevilacqua y Chamorro es que el
ingeniero había llegado al motel acompañado de una joven muy guapa, que
ha desaparecido sin dejar el menor rastro. Se llega a la conclusión de
que la muerte debió producirse por accidente y el caso se archiva. Sin
embargo, tres meses más tarde, la aparición del cadáver de una mujer en
un bosque, hace que la investigación se reanude
Segundo largometraje de la directora Patricia Ferreira, quien después de
la exitosa “Sé quien eres” repite género con este thriller que adapta
el libro homónimo de Lorenzo Silva. Con una historia compleja, con
muchos detalles e intrigas por resolver, su versión cinematográfica
tiene su punto fuerte en la actuación de la pareja protagonista: Ingrid
Rubio (“Taxi”) y Roberto Enríquez (“Marta y alrededores”), quienes ya
habían trabajado en el anterior filme de la directora.
Una película carente de ritmo. Cuando alguna escena introduce un atisbo
de intriga, rápidamente es sustituida por otra serie de escenas que no
ofrecen el mismo interés y que producen simple aburrimiento. Pero eso no
sería un defecto excesivamente grave si el guion tuviera un mínimo de
coherencia. Gran parte de las cosas suceden porque sí, sin más. Todo
parece desbordado por unas conversaciones pretenciosas y vacuas, poco
acordes con el tono de la película.
La creación de una película al hilo de una novela no siempre es tarea
fácil. En este caso no puede afirmarse que sea un acierto la adaptación
de “El alquimista impaciente” de Lorenzo Silva, que acababa de ganar el
Premio Nadal de 2000. Porque lo importante en literatura no es tanto el
propio argumento como la forma en que se narra, en el estilo literario y
la brillantez de la escritura. Trasladado al cine, eso tiende a
perderse y lo que importa y da valor a la película es la imagen, la
forma de contar, no en palabras sino en imágenes. Las novelas no deben
transcribirse al cine, sino que el cine debe inspirarse simplemente en
las novelas.
“Se pilló los dedos tontamente” dice el sargento Bevilacqua
refiriéndose a un detenido que lo ha sido cuando se ha acusado al huir
innecesariamente. “No hay ninguna prueba concluyente”, dice por su parte
el empresario Zaldívar, el que es apuntado como responsable real. Son
frases que aparecen en la propia novela pero que reflejan unos hechos
que, llevados a la película, resultan demoledores cuando se pretende un
thriller. En la novela esa ambigüedad final tiene un tono absolutamente
distinto.
Cometido ese error, las imágenes no lo compensan. Hay una cierta
corrección de oficio, pero nada más. La música pesa negativamente
porque, en ocasiones, es simplemente ruido. Las interpretaciones y los
caracteres son en algunos momentos forzados tratando de recoger en
imágenes lo que la novela describe en palabras. La pareja de guardias
civiles, Rubén Belvilacqua y Virginia Chamorro, resulta algo
desconcertante a quienes no conocen a estos protagonistas de otras
novelas de Silva. Y hay momentos simplemente malos.
https://www.youtube.com/watch?v=Nsh3J2hqdkE
trailer
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