El nuevo aspecto -estéticamente cuestionable- de la Canon PowerShot
G6 esconde una espléndida renovación de su diseño funcional,
convirtiéndola en una de las compactas más manejables y ergonómicas del
mercado. Comparándola con la precedente G5, le ha crecido la resolución
del sensor (7,1 megapíxeles efectivos), le ha crecido el monitor
rotatorio (2 pulgadas), el visor óptico ya no tiene problemas de visión y
la batería dura más. Por otro lado, el zoom es poca cosa por los
tiempos que corren y el autofoco está en la típica línea de Canon: bien,
pero ni tan rápido ni tan preciso como les gusta publicitar. Además, es
poco agraciada. ¡Lo difícil que es hacer una cámara perfecta!
Siguiendo
su anualidad ritual, Canon presentó la nueva PowerShot G6 el pasado mes
de agosto. Una aparición que muestra notables esfuerzos por mejorar los
puntos débiles de su predecesora, la G5, y que se reflejan en una
cámara indudablemente mejor que las anteriores.
La parte superior de la G6 incluye, además de algunos botones, una
zapata gracias a la cual podemos ampliar las ya generosas posibilidades
de esta cámara, acoplando un flash compatible de mayor alcance que el
incorporado. Este último tiene un alcance máximo de 5 metros en gran
angular y de 4 en teleobjetivo, suficiente para la mayoría de usos.
A
la derecha de la zapata, hay una generosa pantalla de cristal líquido
(no confundir con el monitor de encuadre y revisión) que muestra toda la
información técnica, muy útil para los que gustamos de una imagen
limpia de información en el monitor. Un botoncito a su derecha activa la
retroiluminación de la pantalla durante unos segundos.
También
está bien resuelta la palanca de selección de los modos de grabación y
reproducción, que hace las veces de botón de encendido, lo que nos
permite poner en marcha la cámara directamente en el modo deseado. En el
centro de esta palanca se encuentra, discretito, el botón de apagado.
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