(Tullin, Austria, 1890 - Viena, 1918) Dibujante y pintor
austriaco, una de las grandes figuras del expresionismo. Su existencia
estuvo marcada por diversos sucesos de índole trágica: en su niñez
perdió a su padre y más adelante vio morir a su esposa, embarazada de su
primer hijo.
Considerado como uno de los dibujantes más dotados del siglo, sus primeras obras fueron deudoras de gustav klimt
y del Jugendstil, aunque pronto afirmó un estilo personal de grafismo
intenso y nervioso, de acusada sexualidad, que fue objeto de denuncia e
incluso determinó su procesamiento y un breve período de reclusión en
1912.
La extremada elocuencia del descarnado
expresionismo de Egon Schiele constituyó una bofetada a los ojos de la
oficialidad de su época, al mismo tiempo que los cuerpos demacrados y el
erotismo (a menudo rayano en la pornografía) que dominan su producción
le valieron el desprecio y la incomprensión generalizados del público.
En El abrazo (1917), los cuerpos desnudos y
deformes de la pareja de amantes se fusionan en un abrazo amoroso,
intenso y desesperado. La figura del hombre no es otra que la del mismo
pintor, quien, a lo largo de su breve pero intensa carrera, hizo de su
propia persona el protagonista principal de su obra. La gama cromática,
de tonos ocres, terrosos y amarillentos, es la habitual en las
creaciones de esta tortuosa personalidad. Las duras críticas contra este
género de imágenes de gran dureza visual no frenaron al artista, que
prosiguió su labor en esta línea de explícito erotismo.
Pese a su muerte prematura, legó una obra
relativamente abundante que expresa, de forma desgarradora, el
sufrimiento humano. Se le asocia sobre todo con cuerpos desnudos (a
veces autorretratos, como Con los dedos separados, 1911), de perfil muy marcado y carnes mortificadas, aunque también cultivó el paisajismo y el retrato convencional (Mujer con sombrero, 1910). En sus últimas obras, entre las que destaca La familia (1918), atenuó la violencia de su estilo.
Egon Schiele murió durante la devastadora
epidemia de gripe de 1918, cuando comenzaba a alcanzar la celebridad.
Sus creaciones, que gozan hoy de reconocimiento universal, constituyen
una magnífica muestra del estilo expresionista.
Las pinturas de Egon Schiele muestran el
tormento del solitario, la necesidad de las caras de los afligidos, del
dolor y de la desesperación del que padece, así como del desconsuelo del
desamparado. Schiele también fue capaz, sin embargo, de elevar los
aspectos subjetivos hasta la validez general. En él, el otoño se
transforma en un símbolo de lo perecedero en los hombres y en las cosas.
No sólo la materia animada, sino también la naturaleza inanimada se
dotan de espíritu.
Tanto en las composiciones de figuras de Schiele, como también en los paisajes con árboles y casas, sin olvidar tampoco sus cuadros de ciudades, la forma de presentación es sustituida por una forma de experiencia extremadamente inusual; los estados de ánimo y los sentimientos se transforman en dioramas visionarios de trascendencia humana global que se dirigen directamente al espectador que los contempla.
Schiele consigue dar un nuevo contenido a lo más inusual. Era un colorista importante, un pintor y un artista de la pintura.
El color adquiere un valor autónomo, no naturalístico, resultando particularmente eficaz en sus muchas acuarelas y en sus diseños de alucinada tensión.
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