El primer paso para fijar la imagen reproducida en la caja oscura sin
tener que llegar a copiarla o plasmarla, a mano, ocurre en 1726,
realizando una demostración de la investigación experimental sobre la
sensibilidad a la luz del nitrato de plata, por el alemán J.H. Schulze.
El mérito de la obtención de la primera imagen duradera, fija e
inalterable a la luz pertenece al francés Joseph Nicéphore Nièpce.
(1765-1833).
Las primeras imágenes directas las logró utilizando placas de peltre
(aleación de zinc, estaño y plomo) cubriéndolas de betún de Judea y
fijadas con aceite de lavanda. Nicéphore utilizó una cámara oscura
modificada e impresionó en 1826 con la vista del patio de su casa
plasmando la primera fotografía permanente de la Historia. A este
procedimiento le llamó heliografía. No obstante Nicéphore, no consiguió
un método para invertir las imágenes, y prefirió comenzar a investigar
un sistema con que obtener positivos directos. También tropezó con el
problema de las larguísimas exposiciones.
Louis Jacques Mandè Daguerre, veinte años más joven que Nièpce y
famoso pintor, estaba interesado en la forma de fijar la luz con su
cámara oscura y al enterarse de los trabajos de Nièpce le escribió para
conocer sus métodos, pero éste se negaba con evasivas; tras visitarle
varias veces e intentar convencerlo para asociarse, dio por inútiles sus
intentos y se lanzó a investigar tenazmente.
En 1835 Jacques Daguerre publicó sus primeros resultados de su
experimento, proceso que llamó Daguerrotipo, consistente en láminas de
cobre plateadas y tratadas con vapores de Yodo. Redujo además los
tiempos de exposición a 15 o 30 minutos, consiguiendo una imagen apenas
visible, que posteriormente revelaba en vapores calientes de mercurio y
fijaba lavando con agua caliente con sal. El verdadero fijado no lo
consiguió hasta dos años más tarde. Algunos de los daguerrotipos que
produjo se conservan aún en la actualidad.
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