argumento: Randle McMurphy (Jack Nicholson), un violador de espíritu libre, que vive contracorriente, es recluido en un hospital psiquiátrico. La inflexible disciplina del centro acentúa su contagiosa tendencia al desorden, que acabará desencadenando una guerra entre los pacientes y el personal de la clínica con la fría y severa enfermera Ratched (Louise Fletcher) a la cabeza. La suerte de cada paciente del pabellón está en juego
Si te consideras amante del cine, tienes más de veinte años y aun no has visto "Alguien voló sobre el nido del cuco" te recomiendo que hagas lo siguiente por la cuenta que te trae:
-Primero pásate por el confesionario para que te perdonen la insensatez de haberla ignorado tantos años con tan poca verguenza.
-Luego vete echando leches a alquilarla al lugar más próximo y una vez la tengas dirígete a tu casa con la que posiblemente sea la mejor película de todo el puto videoclub.
-Una vez en tu casa, prepárate una ración de palomitas o cualquier otro aperitivo, mete el disco en el dvd y disponte a deleitar una obra maestra de las que ya se han extinguido y de las que ya no queda ni la cuarta parte de su talento en el cine.
Más allá del contenido:
La angustia tan profunda y claustrofóbica del panorama psiquiátrico que nos ofrece Forman supera la percepción de lo superficial, algo tan hermosamente abstracto que no todo el mundo consigue ver en un simple visionado, transmitido por medio de un guión tan correcto como eficientemente ejecutado por unas interpretaciones magistrales. Cualquiera de los secundarios de esta película supera con creces a la mayoría de los que ahora nominan a los oscars. A Nicholson abría que dedicarle un capítulo aparte de unos veinte a treinta folios si quisiéramos ser medianamente justos y proporcionales con su meritorio papel, pero decreto que no es necesario dado que es tan redondo que incluso sin prestarle gran atención te percatas de que es soberbio. Todo ello impide lo inevitable, que te salga un brutal drama inachacable por los cuatro costados y que tu intelecto deje un hueco en el cerebro a esta maravilla que no da oportunidades a imperfecciones globales.
Si a falta de cinco minutos para el final aun no estas seguro de si te encuentras ante un peliculón o ante una obra maestra en dos o tres minutos descartas que es un peliculón. Personalmente repetí el jodido y extraordinario final tantas veces que casi pulverizo el dvd, y eso que no me va mucho eso de ver compulsivamente una misma película pero las excepciones son excepciones y como tales se ilimitan hasta el infinito
La historia es zarandeadora y agita el alma. En una clínica para gente con desequilibrios mentales —¿Y quién no tiene desequilibrios mentales?—, tenemos por un lado al Orden con su enfermera jefe en el papel de creerse la equilibrada por excelencia, como le suele ocurrir a la mayoría de los profesionales titulados de la "salud" y la bata blanca (excelente la interpretación de Loise Fletcher, hasta tal punto, que provoca auténtica tirria) y por el otro al Desorden, un recién llegado, hombre extravertido, que representa al soplo de aire refrescante que levanta los visillos y vuela todas las cosas ordenadas en la casa, ése es Murphy (Jack Nicholson, en el rol que le catapultó a ser uno de los grandes actores de nuestro tiempo).
Y como es obvio, el ORDEN FUNDAMENTALITA AUTORITARIO choca con el DESORDEN LIBERTARIO CUESTIONADOR: nada más llegar Murphy se convierte en el enemigo número uno de la "suave víbora" o enfermera jefe Ratched. Con este comentario de Murphy hacia Ratched, con los pacientes internos de por medio, comienzan las hostilidades entre ambos: «Parecen Udes. mujercitas en torno a las faldas de la abuelita.»
Milos Forman, nos enseña que la Srta. Ratched es el modelo de lo correto reprimido y reprimidor, de lo mortecino científicamente aceptado; y Murphy el modelo de lo contestatario, vivo, la sal gorda y natural (pero curativa) sobre la herida infectada; éste revoluciona a los supuestos enfermos mentales allí residiendo, llevándoselos sin pedir permiso de excursión a la Naturaleza exterior, metiéndoles putas dentro de la clínica (mujeres que al menos les traen libertad, jolgorio, satisfacción y alegría; al contrario de la rígida enfermera de falsa sonrisa, que sólo les da insatisfacción, psicofármacos o frustraciones). Además viendo la "mala leche" que tiene la citada mujer profesional, se puede aprender que las mujeres cuando detentan puestos de poder (esto está ya más que demostrado) no son ni mejores ni peores que los hombres, son exactamente iguales, es decir son igual de inhumanas, soberbias y repelentes como lo puedan ser los más engreídos varones.
También, en el film aparece el terrorífico método médico del electroshock, terapéutica vengantiva del ORDEN y sus funcionarios a sueldo (de los endiosados de la bata blanca) contra la gente extravertida, rebelde, contestataria, inconforme o que no suele ser convencional. ¡Y OJO!, esta película al mostrar ese método torturador de la medicina fundamentalista cientifista, hizo que mucha gente quedara horrorizada: después de su estreno aumentó el rechazo a la práctica médica de los electroshocks en EE.UU. y descendió drásticamente su utilización.
En resumen, sobre ese "nido del cuco" o de la desolación —porque en el nido que se supone que debía cuidarse a los débiles polluelos lo que se impone es un "cuco-enfermera" que va acabando con ellos uno a uno—, llega volando alguien que trae la alegría, la naturalidad y el desorden vivificante de la existencia.
Para los que nos parece la década de los setenta la mejor de toda la historia del cine –aunque también la más descompensada- y eso que el western estaba de luto, “Alguien voló sobre el nido del cuco” supone una de las joyas de ese periodo y una película inolvidable como lo son también de la misma época “El espíritu de la colmena”, “El cazador”, “La naranja mecánica”, “Taxi driver”, “Apocalypse Now”,” Primera plana”, “La cruz de hierro”, ”Toro salvaje”, “Dersu Uzala”, “El golpe”, “Barry Lyndon”, “Los Padrinos”...y tantas más que ahora no menciono.
Pero esta además tiene algo particular, ya que es un drama diferente que además de conmover, invita a la reflexión y si fuera poco incita a la rebeldía, actitud más necesaria en nuestros días que nunca.
A pesar de los cinco Oscar (merecidos como casi nunca) son dos las bazas esenciales de la cinta. Una de ellas es la dirección de Milos Forman que recién llegado de Checoslovaquia demostró que se puede hacer un gran cine con pocos medios y que se puede combinar el drama y la comedia con tal destreza que se pase de la carcajada a la angustia en un solo plano. Una lástima que la filmografía de Milos Forman sea tan corta en películas porque suele ofrecer mucho más en sus obras que sus contemporáneos.
Y por supuesto Jack Nicholson que hace uno de los papeles de su vida. Es una lástima pensar que ya no hay nadie que le pueda sustituir y que tenga sus registros, cuando se vaya nos quedaremos sin un actor que ha sido y es inimitable a todas luces y que aporta un sello personal que será recordado por los tiempos venideros.
“Alguien voló sobre el nido del cuco” es la historia de un hombre polémico que el sistema pretende acallar. Y sus polémicas no son por ideales o por reivindicaciones en realidad, no, lo hace por llevar la contraria contra los que mandan y eso le hace aún más grande. Es uno de esos tipos que son “Contreras” por naturaleza, que la propia naturaleza crea de vez en cuando para recordar a los que tienen la sartén por el mango y dicen lo que está bien o está mal que siempre hay alguien que protestará y despertará a otros de su apatía.
El personaje de Randle McMurphy parece cada día más un ser literario y cinematográfico. No se ven ni se encuentran en ningún sitio ya ese tipo de personas. Todos hacen la pelota a su jefe, todos pretenden ganar más y vivir mejor, todos desean formar parte de alguna trinchera y nadie se enfrenta al poder directamente a no ser que estén respaldados por otro poder más pequeño. En definitiva no hay ya suicidas como Randle McMurphy, porque lo esencial es saber que por ser así se paga un precio muy alto y la gente tiene demasiada autoestima a su pellejo como para ser una mosca cojonera de verdad.
Todo el mundo necesita saber donde está su sitio. A veces uno lo encuentra sólo, y en ocasiones necesita ayuda. Pero no siempre se encuentra donde uno creía que estaba. Además no existe peor enfermedad que el miedo; al fracaso, a la familia, al futuro o a la sociedad.
Me parece que los integrantes de ésta historia necesitan saber cual es el lugar donde deben estar y también quieren que los guien por una vida que les da pánico.
"Mac" es el soplo de aire fresco que cambia el rumbo de las cosas, que saca al resto de la monotonía y a la vez intenta cambiar el orden establecido. Por contra el resto de internos, hacen que él se sienta por primera vez en su vida verdaderamente imprescindible.
Las actuaciones en ésta cinta son impresionantes y te hacen creerte totalmente la historia, que consigue hacerte reflexionar y que a la vez produce emociones en ti, tales como el odio, la alegría, la tristeza o la ira. Pero más allá de las actuaciones existe en esta película una infinidad de pequeños detalles que hacen de ella una obra imprescindible.
Me parece que los integrantes de ésta historia necesitan saber cual es el lugar donde deben estar y también quieren que los guien por una vida que les da pánico.
"Mac" es el soplo de aire fresco que cambia el rumbo de las cosas, que saca al resto de la monotonía y a la vez intenta cambiar el orden establecido. Por contra el resto de internos, hacen que él se sienta por primera vez en su vida verdaderamente imprescindible.
Las actuaciones en ésta cinta son impresionantes y te hacen creerte totalmente la historia, que consigue hacerte reflexionar y que a la vez produce emociones en ti, tales como el odio, la alegría, la tristeza o la ira. Pero más allá de las actuaciones existe en esta película una infinidad de pequeños detalles que hacen de ella una obra imprescindible.
En las dos películas que colocaron a Milos Forman en el pódium de los gigantes, “Alguien voló sobre el nido del cuco” y “Amadeus”, salen como tema recurrente manicomios, en lenguaje eufemístico conocidos como sanatorios mentales o psiquiátricos. Centros sanitarios (o celdas del infierno) de sordidez, de la vergüenza o la impotencia de los “cuerdos” que no hallan otra alternativa que encerrar a los que están demasiado averiados para poder valerse por sí mismos y/o para convivir con normalidad.
Como jamás se ha sabido apenas nada de las enfermedades mentales y de los entresijos del cerebro, se han seguido modas nefastas en el tratamiento y la terapia de los males que llegan a ser tan inabordables e imprecisos como lo puede ser el espíritu.
Los enajenados mentales o locos en tiempos eran tratados como errores de Dios, apestados que iban a parar a aquellos agujeros deprimentes que no animaban en absoluto a la mejoría ni a la curación. Porque uno de los grandes problemas, que se continúan arrastrando hoy día, es el de tratar la perturbación como una infección contagiosa y pretender catalogarla y encasillarla en una etiqueta, como si fuese lo mismo que el sarampión. Leí una clasificación que encuadraba a los pacientes según su grado, y en algunas de aquellas categorías ponía “imbécil” e “idiota”. Se suponía que era un estudio muy científico y serio. Al ver aquello, desarrollé una fuerte prevención contra la evolución de la ciencia psiquiátrica, por lo menos hasta bien avanzado el siglo veinte. Esa falta de rigor científico, o más bien la manía por dar un barniz cuadriculado a una ciencia inexacta, también fue uno de los motivos por los que corrientes como el psicoanálisis me ponen en guardia.
Pero todos esos que se las daban de eminencias en el estudio de la psique casi siempre olvidaban lo más obvio, lo más esencial: que los objetos de su investigación eran seres humanos con sentimientos, seres únicos e inclasificables. Y en cuanto a estar enfermos, no se sabe quién lo está más o quién lo está menos, porque muchos de los que no han pisado un manicomio no se comportan con más coherencia que los que están allí dentro.
Otro de los grandes escollos es que la sociedad nunca ha sabido qué hacer con los sujetos que se salen de sus cánones. Sobre todo las comunidades puritanas y represivas han tendido a considerarlos como leprosos de espíritu para los que el remedio más eficaz era medicarlos con drogas capaces de tumbar a un elefante y con ello someter sus impulsos y voluntades, imponerles una severa disciplina monótona y rutinaria carente de piedad y afecto sincero, y no tolerar la menor singularidad personal ni considerar que la cordura no es hegemonía de los que están fuera. Tratarlos como a ganado marcado al rojo, sin tratar de llegar a su interior, equiparándolos a vegetales incapacitados para razonar o incluso sentir.
Como jamás se ha sabido apenas nada de las enfermedades mentales y de los entresijos del cerebro, se han seguido modas nefastas en el tratamiento y la terapia de los males que llegan a ser tan inabordables e imprecisos como lo puede ser el espíritu.
Los enajenados mentales o locos en tiempos eran tratados como errores de Dios, apestados que iban a parar a aquellos agujeros deprimentes que no animaban en absoluto a la mejoría ni a la curación. Porque uno de los grandes problemas, que se continúan arrastrando hoy día, es el de tratar la perturbación como una infección contagiosa y pretender catalogarla y encasillarla en una etiqueta, como si fuese lo mismo que el sarampión. Leí una clasificación que encuadraba a los pacientes según su grado, y en algunas de aquellas categorías ponía “imbécil” e “idiota”. Se suponía que era un estudio muy científico y serio. Al ver aquello, desarrollé una fuerte prevención contra la evolución de la ciencia psiquiátrica, por lo menos hasta bien avanzado el siglo veinte. Esa falta de rigor científico, o más bien la manía por dar un barniz cuadriculado a una ciencia inexacta, también fue uno de los motivos por los que corrientes como el psicoanálisis me ponen en guardia.
Pero todos esos que se las daban de eminencias en el estudio de la psique casi siempre olvidaban lo más obvio, lo más esencial: que los objetos de su investigación eran seres humanos con sentimientos, seres únicos e inclasificables. Y en cuanto a estar enfermos, no se sabe quién lo está más o quién lo está menos, porque muchos de los que no han pisado un manicomio no se comportan con más coherencia que los que están allí dentro.
Otro de los grandes escollos es que la sociedad nunca ha sabido qué hacer con los sujetos que se salen de sus cánones. Sobre todo las comunidades puritanas y represivas han tendido a considerarlos como leprosos de espíritu para los que el remedio más eficaz era medicarlos con drogas capaces de tumbar a un elefante y con ello someter sus impulsos y voluntades, imponerles una severa disciplina monótona y rutinaria carente de piedad y afecto sincero, y no tolerar la menor singularidad personal ni considerar que la cordura no es hegemonía de los que están fuera. Tratarlos como a ganado marcado al rojo, sin tratar de llegar a su interior, equiparándolos a vegetales incapacitados para razonar o incluso sentir.
Nicholson es McMurphy. McMurphy es un delincuente, un caprichoso, un vividor. Pero también es alegre, gracioso, vital, libre, campechano, fascinante (¿como es posible que un personaje de tan dudosa calaña logre seducir de una forma agradable? Pues con una interpretación de Jack Nicholson, claro está). El díscolo McMurphy es llevado al manicomio. McMurphy toma contacto con sus perturbados compañeros...pero el díscolo de McMurphy no ve en ellos a gente loca, ve a gente reprimida y manipulada por una disciplina tan inhibidora como infeliz. Así que McMurphy da una lección a los pacientes del manicomio... y no de cordura precisamente sino una lección de juerga y desenfreno.
Había escuchado muchas cosas buenas de esta película. Sin embargo mi pesimismo natural me hacía pensar que el protagonista sería un anárquico exhasperante e histriónico, y la famosa malvada enfermera una tópica frigida... ¡que alegría comprobar lo equivocada que estaba!. McMurphy es de dudosa calaña, sí, y sin embargo es totalmente atrayente y encantador gracias al carisma natural de Nicholson que ofrece un fascinante personaje con grandes ganas de disfrutar la vida sin ningún tipo de sujeción preconcebida. La enfermera afortunadamente no está limitada a una maldad unidimensional, y logra hacerse temible sin dejar de ser interesante y sin llegar a descubrirse descaradamente en su maldad.
Reconozco que más de la mitad del mérito está en esas 320 maravillosas páginas de Kesey, una novela con una trama cautivante y unos personajes jugosos. Forman parece consciente del buen material del que parte y de que no es necesario mucho artificio accesorio. El film es austero (lo que no quiere decir que su puesta en escena sea inverosimil, sino todo lo contrario: resulta totalmente auténtica), cosa que resulta un acierto y que ayuda a observar unas escenas e interpretaciones grandiosas (los actores están perfectos, a la altura del perfilado guión respecto a sus personajes). El guión es una maravilla, su progreso de lo más taimado, su puesta en escena totalmente atrapante (se puede apreciar una gran coordinación en los movimientos de los actores y los cortes entre planos en las secuencias más deliciosamente enmarañadas. Se puede apreciar un gran uso de los planos cerrados alargados en el tiempo que generan la intriga que pretenden (sobre todo los protagonizados por Nicholson)). Esta gran película ofrece momentos inolvidables, momentos divertidísimos (no lloré, pero sí reí de lo lindo. Inesperadamente me encontré con más buena comedia que buen drama), pero sobre todo lo que logra es (irónicamente) un conjunto equilibrado. Y es que la lucha entre caos y silencios, entre intensos momentos de divertida anarquia Vs. momentos de agobiante opresión logran un equilibrio perfecto, haciendo una obra tan absorbente que casi resulta imposible despegar los ojos de la pantalla o no prestarla atención.
Había escuchado muchas cosas buenas de esta película. Sin embargo mi pesimismo natural me hacía pensar que el protagonista sería un anárquico exhasperante e histriónico, y la famosa malvada enfermera una tópica frigida... ¡que alegría comprobar lo equivocada que estaba!. McMurphy es de dudosa calaña, sí, y sin embargo es totalmente atrayente y encantador gracias al carisma natural de Nicholson que ofrece un fascinante personaje con grandes ganas de disfrutar la vida sin ningún tipo de sujeción preconcebida. La enfermera afortunadamente no está limitada a una maldad unidimensional, y logra hacerse temible sin dejar de ser interesante y sin llegar a descubrirse descaradamente en su maldad.
Reconozco que más de la mitad del mérito está en esas 320 maravillosas páginas de Kesey, una novela con una trama cautivante y unos personajes jugosos. Forman parece consciente del buen material del que parte y de que no es necesario mucho artificio accesorio. El film es austero (lo que no quiere decir que su puesta en escena sea inverosimil, sino todo lo contrario: resulta totalmente auténtica), cosa que resulta un acierto y que ayuda a observar unas escenas e interpretaciones grandiosas (los actores están perfectos, a la altura del perfilado guión respecto a sus personajes). El guión es una maravilla, su progreso de lo más taimado, su puesta en escena totalmente atrapante (se puede apreciar una gran coordinación en los movimientos de los actores y los cortes entre planos en las secuencias más deliciosamente enmarañadas. Se puede apreciar un gran uso de los planos cerrados alargados en el tiempo que generan la intriga que pretenden (sobre todo los protagonizados por Nicholson)). Esta gran película ofrece momentos inolvidables, momentos divertidísimos (no lloré, pero sí reí de lo lindo. Inesperadamente me encontré con más buena comedia que buen drama), pero sobre todo lo que logra es (irónicamente) un conjunto equilibrado. Y es que la lucha entre caos y silencios, entre intensos momentos de divertida anarquia Vs. momentos de agobiante opresión logran un equilibrio perfecto, haciendo una obra tan absorbente que casi resulta imposible despegar los ojos de la pantalla o no prestarla atención.
Las obras de arte excelentes tienen la virtud de que cuantas más veces las revisas, mayor es el placer porque siempre te aportan nuevas ideas para el comentario y el debate. Esta vez me ha llamado la atención la genial interpretación de la enfermera Ratched, pues la actriz Louise Fletcher ganadora del Oscar en 1975, encarna a la perfección ese tipo de persona represora y autoritaria que disfruta molestando y hostigando a las personas que tiene bajo su mando con la excusa de mantener el orden y disciplina.
Y yo me pregunto: ¿es absolutamente necesario para qué las cosas funcionen este tipo de lider? ¿es débil la persona autoritaria? ¿El respeto se obtiene a través del miedo al castigo? A nadie le gusta reconocerse como la enfermera Ratched y todos nos identificamos y nos encanta McMurphy ( de hecho yo pienso que Jack Nicholson en la mayoria de sus peliculas siempre hace de McMurphy) pero, ¿es esto cierto? Si partimos de la premisa que los metodos de la enfermera, aceptados voluntariamente por la mayoria de los pacientes, no son los correctos ¿como se debería entonces organizar el manicomio?
Y yo me pregunto: ¿es absolutamente necesario para qué las cosas funcionen este tipo de lider? ¿es débil la persona autoritaria? ¿El respeto se obtiene a través del miedo al castigo? A nadie le gusta reconocerse como la enfermera Ratched y todos nos identificamos y nos encanta McMurphy ( de hecho yo pienso que Jack Nicholson en la mayoria de sus peliculas siempre hace de McMurphy) pero, ¿es esto cierto? Si partimos de la premisa que los metodos de la enfermera, aceptados voluntariamente por la mayoria de los pacientes, no son los correctos ¿como se debería entonces organizar el manicomio?
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