argumento: Una batalla de proporciones gigantescas va a tener lugar en los bajos fondos de la ciudad de Nueva York. Los ejércitos de la noche, con más de 100.000 integrantes, quintuplican los efectivos de la policía. Se enfrentan a los Warriors, una banda callejera a la que acusan injustamente del asesinato del líder de un grupo rival. Es la historia de un mundo insólito de subculturas, de guerrillas entre bandas nocturnas, desde Coney Island a Manhattan, pasando por el Bronx. Los miembros de los Warriors luchan por sus vidas, intentan sobrevivir en la jungla urbana y aprenden el significado de la lealtad.
Ya no se hace cine así, puro brio y nervio, todo un canto a la virilidad, siendo un poco exagerado os diría que si poneis a un grupo de pre-adolescentes a ver esta película, al dia siguiente tendrán que buscar las ruinas de vuestra ciudad...
Supuestamente provocó altercados en los cines norteamericanos donde la exhibieron en su estreno, yo realmente lo creo... entretenida, de paso rápido y con una galería de personajes entañables dentro de lo aparentemente sórdido del tema (en realidad no es una película de violencia cruda yo la veo mas como un comic-book). Tiene además una excelente banda sonora.
Absolutamente recomendable para todos los aficionados al cine y a las buenas películas de acción.
Supuestamente provocó altercados en los cines norteamericanos donde la exhibieron en su estreno, yo realmente lo creo... entretenida, de paso rápido y con una galería de personajes entañables dentro de lo aparentemente sórdido del tema (en realidad no es una película de violencia cruda yo la veo mas como un comic-book). Tiene además una excelente banda sonora.
Absolutamente recomendable para todos los aficionados al cine y a las buenas películas de acción.
Qué miedo me daba revisar esta película, treinta años después de verla por primera vez. De todas las pelis que vi a lo largo de mi infancia, pocas me marcaron tanto como ésta, y aún hoy recuerdo la mezcla de fascinación y temor que produjeron en mí (y en varias quintas de niños y adolescentes de mi pueblo) los miembros de aquella banda callejera interracial, que lucían orgullosamente su nombre y su anagrama en molones chalecos de cuero y que se veían obligados, a lo largo de una noche interminable, a huir desesperadamente desde el Bronx hacia su hogar, en Coney Island, acosados por bandas rivales y policías.
Años más tarde, he sabido que la historia era una adaptación de una novela de Sol Yurick que actualizaba la “Anábasis” de Jenofonte, situada en el Nueva York preapocalíptico tan típico del cine de los 70 y los 80, y acabo de descubrir, al verla, que “Come out and play”, una canción de los entrañables Twisted Sister que he escuchado miles de veces, contiene un cariñoso homenaje a esta peli. Pero entonces yo no sabía nada de eso, sólo sabía que quería ser un Warrior.
Ser un Warrior era lo más grande, no podía haber nada mejor en la vida que salir a dar tumbos con tus compis y pintarrajear con tu spray una enorme W roja en cada lugar por el que pasabas, darte de toñas con quien osara desafiar tu poderosa mirada o penetrara en lo que habías marcado como tu territorio, soltar tacos sin cuento y agobiar a las chicas con guarrerías, de modo que no me apetecía mucho sufrir una (otra) decepción y pasar la tarde recogiendo del suelo de mi salón un (otro) enorme pedazo mi infancia hecho añicos. Pero un Warrior es un Warrior para siempre y debe hacer honor a su nombre, así que hice acopio de valor y le di al botón del mando a distancia: Warriors, come out to play...
El tiempo no ha pasado en balde para ella, eso es cierto, y nada sería más fácil ahora que reírse de lo desfasado de su estética, de la música de videojuego prehistórico, de los peinados y atuendos de las bandas. Los diálogos son insustanciales. El guión es plano y rudimentario y hay lagunas del tamaño de Central Park. Los actores o bien se mantienen inexpresivos como maniquíes o sobreactúan como si fueran víctimas de desarreglos nerviosos. Pero lo más importante de todo es que han sido 86 minutos entretenidísmos, transcurridos a velocidad de vértigo, y que no he tenido tiempo apenas de prestar atención a sus muchos defectos, concentrado como estaba en una historia narrada por Walter Hill con la agilidad y el vigor de los grandes maestros del mejor cine de serie B. Es una película sencilla y honesta que no ofrece menos de lo que promete, como tantas veces pasa en el solemne y grandilocuente cine actual, sino que mete de cabeza al espectador en un emocionante y divertido cómic al que sería injusto pedirle aquello que no pretende dar. Ha valido la pena verla, pienso cuando termina. O puede que me engañe: al fin y al cabo, yo siempre quise ser un Warrior. Quién sabe, quién sabe...
Años más tarde, he sabido que la historia era una adaptación de una novela de Sol Yurick que actualizaba la “Anábasis” de Jenofonte, situada en el Nueva York preapocalíptico tan típico del cine de los 70 y los 80, y acabo de descubrir, al verla, que “Come out and play”, una canción de los entrañables Twisted Sister que he escuchado miles de veces, contiene un cariñoso homenaje a esta peli. Pero entonces yo no sabía nada de eso, sólo sabía que quería ser un Warrior.
Ser un Warrior era lo más grande, no podía haber nada mejor en la vida que salir a dar tumbos con tus compis y pintarrajear con tu spray una enorme W roja en cada lugar por el que pasabas, darte de toñas con quien osara desafiar tu poderosa mirada o penetrara en lo que habías marcado como tu territorio, soltar tacos sin cuento y agobiar a las chicas con guarrerías, de modo que no me apetecía mucho sufrir una (otra) decepción y pasar la tarde recogiendo del suelo de mi salón un (otro) enorme pedazo mi infancia hecho añicos. Pero un Warrior es un Warrior para siempre y debe hacer honor a su nombre, así que hice acopio de valor y le di al botón del mando a distancia: Warriors, come out to play...
El tiempo no ha pasado en balde para ella, eso es cierto, y nada sería más fácil ahora que reírse de lo desfasado de su estética, de la música de videojuego prehistórico, de los peinados y atuendos de las bandas. Los diálogos son insustanciales. El guión es plano y rudimentario y hay lagunas del tamaño de Central Park. Los actores o bien se mantienen inexpresivos como maniquíes o sobreactúan como si fueran víctimas de desarreglos nerviosos. Pero lo más importante de todo es que han sido 86 minutos entretenidísmos, transcurridos a velocidad de vértigo, y que no he tenido tiempo apenas de prestar atención a sus muchos defectos, concentrado como estaba en una historia narrada por Walter Hill con la agilidad y el vigor de los grandes maestros del mejor cine de serie B. Es una película sencilla y honesta que no ofrece menos de lo que promete, como tantas veces pasa en el solemne y grandilocuente cine actual, sino que mete de cabeza al espectador en un emocionante y divertido cómic al que sería injusto pedirle aquello que no pretende dar. Ha valido la pena verla, pienso cuando termina. O puede que me engañe: al fin y al cabo, yo siempre quise ser un Warrior. Quién sabe, quién sabe...
Yo le doy un 7 porque en mi opinión es excelente y me marcó mucho, pero eso no quiere decir que sea perfecta
Película ágil y sencilla, pero muy entretenida. La cámara no está quieta, parece deslizarse por los túneles de metro y las aceras de las calles persiguiendo a los protagonistas. Todo un reportaje de la cultura callejera del Nueva York de finales de los setenta, infestada de bandas uniformadas, con las hormonas a flor de piel, las navajas a un palmo del puño y su filosofía de vida coronada por la noche, las luces de neón y el rock and roll distorsionado.
Un clásico de las películas de pandilleros ahora un poco más de moda gracias al juego de ordenador del mismo nombre.
La película en sí no parece gran cosa si te cuentan de que va, pero si la ves, te enganchará de principio a fin y cuando acabes de verla te darás cuenta que ha pasado el tiempo a toda velocidad.
Acción, violencia, amor y honor en un relato épico sobre unos guerreros que lucharán por sus vidas para llegar a casa.
Nueva York. Cyrus, el líder de la mayor pandilla de las calles neoyorquinas, ha citado a todas éllas para una cumbre en el Bronx. Nueve delegados de cada pandilla, acudirán como representantes del resto. El objetivo: la paz entre pandillas. No a la lucha por una simple esquina de un barrio. La alianza entre bandas permitiría luchar en una proporción de 3 a 1 en un hipotético enfrentamiento entre callejeros y policías. Conquistar la ciudad, el deseo.
Los Warriors, dueños de Coney Island, esperan ansiosos la cita. No saben aún que se propone Cyrus. Están nerviosos, es grande el peligro en tan largo camino, desde Conney Island al Bronx. Sin embargo, ellos respetarán la tregua. Nueve hombres sin armas acudirán en son de paz.
Con ésas, llega el momento. El discurso del Mesías se produce, y en medio de tal vorágine, suena un disparo que alcanza al líder. Ha muerto y alguien ha tenido que apretar el gatillo. Los verdaderos culpables, echan el muerto a los Warriors. Éstos sin saberlo, deberán volver a casa con esta carga. Una larga noche les espera.
‘The Warriors’ representa una asfixiante noche. Una oscura noche neoyorquina en la que un grupo de pandilleros ansiarán el regreso a casa con los peligros de tener a la policía pisándoles los talones, y a todas las bandas juveniles de la ciudad en busca de sus cabezas. Una noche llena de poesía violenta. Poesía en la que los versos no son más que peleas, atuendos estrambóticos, jóvenes alejados de la sociedad, los barrios de la Gran Ciudad, policías violentos y el metro de Nueva York. Escenario, en su conjunto, idóneo para que Walter Hill nos regale una hermosa película, violenta.
Los Warriors, dueños de Coney Island, esperan ansiosos la cita. No saben aún que se propone Cyrus. Están nerviosos, es grande el peligro en tan largo camino, desde Conney Island al Bronx. Sin embargo, ellos respetarán la tregua. Nueve hombres sin armas acudirán en son de paz.
Con ésas, llega el momento. El discurso del Mesías se produce, y en medio de tal vorágine, suena un disparo que alcanza al líder. Ha muerto y alguien ha tenido que apretar el gatillo. Los verdaderos culpables, echan el muerto a los Warriors. Éstos sin saberlo, deberán volver a casa con esta carga. Una larga noche les espera.
‘The Warriors’ representa una asfixiante noche. Una oscura noche neoyorquina en la que un grupo de pandilleros ansiarán el regreso a casa con los peligros de tener a la policía pisándoles los talones, y a todas las bandas juveniles de la ciudad en busca de sus cabezas. Una noche llena de poesía violenta. Poesía en la que los versos no son más que peleas, atuendos estrambóticos, jóvenes alejados de la sociedad, los barrios de la Gran Ciudad, policías violentos y el metro de Nueva York. Escenario, en su conjunto, idóneo para que Walter Hill nos regale una hermosa película, violenta.
se podía ver cómo un musical, también tiene algo de spaguetti western, película de pandilleros, sencilla dónde las haya, aveces para llegar al espectador no hace falta ni un guión elaborado ni siguiera una gran puesta en escena, ni actores con carisma. Clásico del cine underground, cómo lo fué en su día: justicia callejera o 1994 rescate en new york... películas que han influenciado mucho al cine de acción de los ochenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario