Nos situamos en Calcuta, en los barrios más pobres de esta ciudad multicultural. Allí acompañamos a Hasari Pal, que mantiene a su familia tirando de un carrito, y también a Paul Lambert, sacerdote que lo ha dejado todo para convivir con los que no tienen nada. Aprendemos algunas costumbres de la cultura india y de la religión hindú. Contemplamos el sufrimiento de tanta gente, pero también su capacidad de sobreponerse ante la adversidad, así como de querer y de vivir con una sonrisa. Es un relato que nos hace entrever que el sufrimiento tiene un sentido y que muchas veces saca lo mejor de las personas.
La historia es sobrecogedora, pero pasada la mitad del libro puede llegar a cansar. Es lo que a mi me ha pasado. Por muy bonita que sea la narración, cuando pierde la capacidad de sorpresa, deja de engancharte. Sólo me quedaba un tercio para terminar, pero me he visto saturado de tanto relato enternecedor, y la intriga por saber como termina ha desaparecido. Hasta entonces el autor había mantenido el pulso narrativo, pero debería haber abreviado un poco.
No lo sé a ciencia cierta, pero creo que he captado la esencia de la historia, y que sólo me he perdido más de lo mismo.
Pues eso, a medida que pasan las hojas, pierde su capacidad de sorpresa, y el libro se vuelve algo tedioso. Aunque si sólo me centro en el factor humano, le recomiendo 100% la lectura a todos los amargados de este planeta, que son legión. Un canto a la esperanza, un valorar lo que se tiene, ser feliz en condiciones infrahumanas, y el arte de ponerse en la piel del vecino... es dificil lo sé, pero en los tiempos tan duros que corren, deberíamos valorar más lo que tenemos y no llorar por lo que perdimos.
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