A Iciar Bollaín parece haberle entrado el espíritu colonizador, después de irse a Bolivia de narrar una historia sobre españoles enfrascados en injusticias en países a ajenos, ahora el viaje la lleva aún más lejos, ni más ni menos que a Nepal. Es inevitable hacer referencia a la anterior película de Bollaín, porque son muchas las semejanzas que las une, pero una gran diferencia la que las separa, en aquella el centro de la historia estaba marcado en esa continua comparación con la primera colonización española de Cristóbal Colón, creando un interesante punto de vista bastante distinto al habitual gracias a la presencia del rodaje en una película, aquí la historia se ve completamente sola y acusa precisamente la falta de un punto sobre el que apoyarse, la necesidad de tener alguna historia que contar.
La película nos cuenta la historia de una maestra catalana que se traslada a Katmandú para trabajar en una escuela nepalí, allí se da cuenta de las injusticias de un sistema educativo bastante deficiente y pondrá todo su empeño en intentar mejorar esto creando una escuela propia. El camino no será fácil, conseguir fondos para ello es algo complicado, además tendrá que verse obligada a contraer un matrimonio por conveniencia para poder seguir quedándose en la capital nepalí.
No es de extrañar que Bollaín muestre un gran complejo loachiano a la hora de tratar de denunciar las injusticias, ésta es la segunda colaboración que tiene con su marido Paul Laverty, guionista habitual del realizador inglés, el problema es que ocurre como en algunas de las películas de Loach, que parece haber más ganas de denunciar que de contar historias, muy lejos parece ya la dura y conmovedora Te Doy mis Ojos un cine social mucho más interesante y atrayente que en el que se empieza a centrar la realizadora. La historia busca en todo momento la presencia de Laia un personaje que queda bien dibujado desde el principio y que va sufriendo una evolución cuidada y consecuente, viéndose además fortalecido con la magistral interpretación de Veronica Echegui, pero ni siquiera eso es suficiente para que acabemos cogiendo bastante tirria a esta niña llorona que acaba resultando bastante insoportable. Además, aunque la idea sea buena, se falla totalmente al insertar unos flashbacks que parecen totalmente inconexos con la idea central.
Quizá mejor asesorada y acompañada, "También la lluvia" fue una novedad en la filmografía de Bollaín. Por ello decepciona este nuevo reto.
Antes, "Mataharis" fue una reiteración de su disurso feminista absolutamente transnochado. En ella la figura del hombre suponía el eje del mal de la heroína contemporanea. Se representaba en un marido sin personalidad, otro marido prácticamente inerte y a un jefe machista cabrón que era un tópico con patas.
Ésa falta de sutileza en sus reivindicaciones así como un descuido absoluto de los secundarios es lo que lastra Katmandú, pese a una correcta factura y una Echegui gloriosa. La actriz demuestra raza y hace soportable un personaje tan poco novedoso. No es fácil cargar con ese protagonismo total, esa carencia de secundarios y subtramas interesantes.
Sus denuncias son un estereotipo andante y el trazo grueso dramático es evidente. Incómodo.
Total, que ese exótico viaje misionero hacia la autocomplaciencia, realización personal y demás rollos ya lo hemos visto.
En la filmografía inicial de Icíar Bollaín pudimos encontrar películas acertadas y devastadoras como 'Flores de otro mundo' (1999) y la merecidamente reconocida 'Te doy mis ojos' (2003). En ellas podíamos encontrar a una directora capaz de arriesgar y defender grandes discursos sociales a través de pequeñas historias humanas.
Tras los premios llegó 'Mataharis' (2007), que supuso un giro errático en su forma de contar historias. Su discurso se hizo tan pretencioso como el tratamiento de unos personajes con demasiadas esquinas y conflicto abstracto. 'También la lluvia' (2010) causó indiferencia y aplausos a partes iguales. Las buenas intenciones de Bollaín son indiscutibles, sin embargo su evolución como cineasta genera más dudas. Con más y mejores medios ha conseguido resultados dispares en cuanto a intensidad.
'KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO' es el título del nuevo filme dirigido por la directora, guionista y actriz (no sería justo olvidarlo) madrileña.
La historia se centra en el personaje de Laia, una profesora catalana empeñada en importar sus métodos docentes y occidentales a una escuela del Nepal. Si algo hay que agradecerle a Bollaín son su valiente posicionamiento y su respeto hacia las diferencias culturales a través del rigor en cuanto a tradiciones, lenguas y paisajes. Sin embargo y pese a estar realizada muy correctamente, cabe la posibilidad de que este sea el largometraje más flojo y fallido de su filmografía.
Su férrea defensa de la educación como base para la libertad del individuo queda difuminada en una narración que tiene demasiados delirios de grandeza y descuida los aspectos más pequeños y significantes. Cada acto se hace más tedioso que el anterior e incluso al espectador menos exigente le rechinarán los dientes durante algún que otro diálogo. La trama romántica invita a salir corriendo de la sala.
Es harto complicado encontrar una explicación lógica a los continuos y desagradables fundidos a negro como principal recurso de transición, por no hablar de los flashbacks inconexos que no conducen a nada. El montaje carece de personalidad y es bastante torpe en líneas generales. Nada que reprochar al reparto no profesional y menos aún a Verónica Echegui, quien trata de defender con sus pocas armas un personaje irrisorio, desastroso y rematadamente mal escrito.
Hay algunos retazos, cuatro o cinco secuencias en las que el espejo nos devuelve un reflejo interesante. De la docencia se obtienen recompensas enormes en la vida real pero en esta ocasión la ficción logra un débil calado. A veces el carácter idealista y luchador de la insoportable profesora Laia parece vivir en 'Los mundos de Yupi'. Demasiado pasada de rosca.
Esta vez los conflictos humanos y sociales de la directora quedan ocultos tras las miserias de un guion que poco se corresponde con su fuerte personalidad. No cabe duda que Icíar Bollaín seguirá haciendo la guerra por su cuenta. No se lo debe a nadie más que a ella a misma.
Bollaín es especialista en contar historias de mujeres. Mujeres que, en la parcela que les ha tocado (según cada historia), resultan anónimas heroínas de sí mismas que superan obstáculo tras obstáculo (uno de ellos suelen ser los hombres, claro) para conseguir su (legítimo) objetivo, para andar su (legítimo) camino o para descubrir cual es su (legítimo) lugar en éste teatro de la vida, por donde van dejando sus rastros de desesperación, tesón, pasión y lágrimas.
Son mujeres fuertes y, al mismo tiempo, sensibles. Valores que ayudan a que el mundo no se mueva del todo a ritmo que, desde hace tiempo tiene marcado (por los hombres, claro) y adopte un aspecto más femenino, más delicado, más implacable en su "evolucíon" hacia la redención por la justicia sentimental.
"Katmandú, un espejo en el cielo" es otro de los claros ejemplos de Bollaín por reivindicar el punto de vista femenino de la vida (normal, teniendo en cuenta que es una mujer), consiguiendo un fresco intimista que, con aires exóticos, lleva al espectador por una historia simple, pero no por ello falta de interés en su planteamiento formal, donde se le escapan algunos tonos exageradamente anacrónicos (ése flasback recurrente en la primera parte
para explicarnos el sufrimiento forjador de carácter en la infancia de la protagonista) y voluntariamente dramáticos, con el fin de enmarcar aquélla personalidad que, una vez, también fué víctima, pero que tuvo la suficiente inteligencia (y voluntad) para no quedarse en éso.
Y es que las mujeres de Bollaín, suelen tener todas un par.
Ingenuo de mi acudí al cine sin saber que esta película estaba doblada al castellano, pues bien a los 2 minutos te dan ganas de salir corriendo e ir a buscar al gracioso que se le ha ocurrido la brillante idea…
Sinceramente, han destrozado la película… pésimo doblaje, la voz no concuerda con la interpretación de los actores y canta mucho.. pero muchísimo.. vemos a una Echegui sufrir y en cambio su voz parece que este hablando del tiempo o haciendo la lista de la compra. Y así durante toda la película…y con todos los personajes principales.
Excepto los trozos en VO cuando la protagonista se dirige a los niños, es en ese momento cuando la película coge fuerza, menos mal que han dejado algo tal cual, según dice Icíar Bollaín no querían dejar de lado las dificultades que tiene Laia, la protagonista, con el idioma, en fin, gracias!
No se ni si me atrevo a valorar este trabajo.. porque creo que no lo he visto, o lo que he visto es falso.
Bien una vez ya se te a pasado el cabreo dices venga va, vamos hacer un esfuerzo e intentar no fijarse… y te encuentras con:
Una película con muy buenas intenciones de carácter social, pero que ni mucho menos te roba el corazón, cuando el tema lo requiere.
Todos conocemos historias de este tipo y esta sin duda es una más.
No acabas de enamorarte de ningún personaje porque te da la sensación que todo pasa muy rápido y no acaba de profundizar en ninguno de ellos.
La película se centra en Laia y en su afán por luchar contra las injusticias sociales, en ese aspecto está bien, interesante con los problemas que se encuentra, pero nada nuevo.
Lo mejor de la película es su look, las imágenes, los colores, en definitiva buenos planos y buena fotografía.

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