domingo, 11 de marzo de 2012

georges Adeagbo

nacido en Benín, tiene 70 años, y hace escultura con objetos que encuentra.
Georges Adéagbo nació en 1942 en Cotonou, África. Estudió leyes en Abidja y en 1968 se trasladó a Francia para continuar sus estudios. En 1993, comenzó a crear instalaciones en su casa, apartado de la sociedad y su familia vivió en condiciones precarias e incluso recibió tratamiento psicológico. En esta década, su trabajo fue notado y reconocido, hasta obtener el Premio de Honor de la bienal de venecia  en 1999 y en 2002, el museo ludwig de colonia , Alemania,  adiquirió una de sus instalaciones para ser exhibida. Posteriormente fue invitado una vez más a la 53a Bienal de Venecia para participar en el proyecto principal.
 Nacido en Cotonou, Benin en 1942, el mayor de 11 hermanos, Adeagbo logró hacer estudios universitarios en Abidjan, y luego en Paris, pese a la oposición de su familia. A fines de los sesenta, con un empleo seguro y una novia francesa, Georges estaba cómodamente instalado en Europa, cuando la noticia de la muerte de su padre, lo obligó a retornar a Benin tras varios años de ausencia. Lo que se suponía sería una breve visita terminaría cambiando su vida radicalmente: su familia, que insistía en que Georges debía asumir las obligaciones de hermano mayor y ocuparse de la hacienda familiar, le había tendido una trampa. Apenas llegó, escondieron su pasaporte y todos sus documentos. Imposibilitado de volver a Paris, Adeagbo perdió a su novia, su empleo y todos los objetos que habían empezado a configurar su existencia.
Georges rechazó todos los intentos de su madre por arreglarle un matrimonio tradicional, e igualmente se negó a asumir el rol que la familia le había reservado. Alejado de todos, melancólico y taciturno, Adeagbo empezó a filosofar de modo particular: haciendo “instalaciones” con las que ilustraba sus ideas y propuestas. Desplegando toda clase de objetos de uso diario, primero en su habitación y luego en el patio de tierra que rodeaba su casa, Georges diseñaba constelaciones, buscaba darle forma a intuiciones e ideas, ensamblando altares o vitrinas que lo ayudaran a mitigar su dolor y expresar su pasmo ante el misterio de la existencia. Así, empezó a acumular cosas, especialmente libros y revistas, que no sólo eran la base de su estudio y reflexión sino que además le recordaban ese mundo que le había sido arrancado: la civilización, Europa, el arte occidental, el confort, la esperanza de una vida mejor. Le recordaban que ese mundo seguía existiendo, y él, Georges Adeágbo, no podía ser parte de él.

Hacia 1973 su madre muere. La mayoría de sus hermanos, paradójicamente, había logrado ya emigrar a Francia. Para entonces, Adeágbo había sido enviado al manicomio muchas veces, siendo las estadías bastante cortas. Sus vecinos lo consideraban un loco inofensivo. Durante más de dos décadas, Adeagbo permaneció en Cotonou, sobreviviendo con lo justo para comer y agenciarse algunas revistas y cigarrillos. Veinte años en los que perfeccionó su método de trabajo. Hacia 1993, es descubierto de manera casual por un curador y crítico de arte francés quien toma fotos de sus “instalaciones” y lo da a conocer en el circuito artístico de Paris, iniciándose así el reconocimiento internacional de su obra. En 1999, Adeagbo es invitado a participar en la Bienal de Venecia. Para este evento, preparó una serie de instalaciones que serían exhibidas durante un solo día en el Campo dell Arsenale. De acuerdo con el sentido de la sección D´Apertutto, las instalaciones de Adeagbo fueron expuestas en ambientes exteriores sin importar los peligros del clima y de la rapiña
 Adeagbo define su trabajo a partir del lugar donde es instalado y el momento. No es posible repetir una instalación ni trasladarla. Las composiciones y sus elementos se escogen y se definen a partir de la información del lugar y la ocasión en que serán expuestos.

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