miércoles, 7 de marzo de 2012

los sin nombre

1999. 102 minutos. Jaume balaguero. terror, reparto: enma vilarasau, karra elejalde, tristán ulloa, pep tosar, jordi tauder.
Cinco años después del asesinato de una niña, cuando ya su madre parecía haber empezado a estabilizarse, una llamada telefónica vuelve a sacudir su existencia: "Mamá, soy yo... Ven a buscarme". Ayudada por un periodista experto en temas de ocultismo, la madre busca desesperadamente la aterradora verdad que ha permanecido oculta hasta el momento: un grupo de gente que se esconde, que rechaza su propio nombre, que conoce la ciencia empírica del mal, casas abandonadas y aisladas que esconden secretos: una trampa de una maldad abominable.

Esta película tiene algo. Un algo secreto que al principio yo sentía, pero no identificaba. La vi varias veces porque me fascina, me sigue fascinando. Ese algo...

¿Atmósfera? Muy posiblemente. Oscuridad, polvo, guaridas, cicatrices. Turbiedad. Una señora fantasma deambula por una ciudad fantasma; deambula porque ha perdido a una hija que de pronto la llama por teléfono y le pide que vaya a buscarla. Una hija que está muerta, completamente aniquilada... La madre sigue el rastro de la hija fénix hasta descubrir el mayor nido de iniquidad de la Historia. Una madeja de serpientes retorciéndose y ahogándose y alimentándose de su propio veneno. Los sin nombre.

Me engancha la historia no por su premisa, no por su ritmo, no por sus actores, no por su guión. Todo eso, ordenado de una u otra manera, lo he visto antes. Me engancha la historia porque es gélida y seductora como la mirada de una niña muerta. Porque insinúa, promete y juega. Porque tiene uno de los finales más espeluznantes y perfectos que he visto nunca.

Y porque tiene ese algo secreto. Porque rezuma maldad.
 “Los sin nombre” nace del talento de Jaume Balagueró, que nunca quiso hacer peliculillas de serie B que pasasen directamente a coger polvo en las estanterías de los videoclubes, si no crear películas de terror de factura española y, aun así, de factura digna.

A la cosa hay que echarle imaginación, sobre todo, y Balagueró va sobrado.

Yo valoro esta película. Creo que está muy bien hecha, que tiene un guión interesante y además, tiene buenos actores correctamente dirigidos, cosa inaudita. Pero lo cierto es que nunca me ha gustado demasiado.

Tal vez no me gusta por el montaje. Cuando a Balagueró se le ocurrió eso de insertar constantemente imágenes chirriantes, entre secuencia y secuencia, a un volumen brutal… la cagó. Porque la peli, vista hoy en día, queda chocante y enlatada.

La misma historia, sin tanto efectismo desproporcionado, hubiese aguantado mejor el peso (que no paso) del tiempo, cuando las cosas dejan de ser novedosas y se miran con otros ojos.

Pero no hay que olvidar que esta fue la primera peli de este hombre… que todavía tenía cosas que pulir, y también tenía -y tiene- mucha caña que dar. Tras “Los sin nombre” rodó algo infinitamente más terrorífico: “OT, la película”
 ¿Qué hace esta película especial?
Lo primero, que rara vez podemos ver una ópera prima de tanto nivel (y mucho menos en España).
Lo segundo, un manejo de la estética y las atmósferas como pocos directores son capaces de hacer. Yo calificaría a Balagueró como eso, como un creador de atmósferas (y creo que hoy día nadie lo hace tan bien como él).
Lo tercero, algo que rara vez podemos ver, lo vemos en este film (y que es una de las cosas que lo hace tan especial), y es que la película de Balagueró supera infinítamente a la mediocre novela de Ramsey Campbell. De una novela de escasa calidad ha sacado una película mucho más coherente, seria y consolidada que la ya mencionada.
Lo cuarto y más importante, un final impresionante, como pocos se han rodado.
Conclusión: Quizá no sea una de las mejores películas que puedan ver pero aún y así posee un alto nivel de calidad y además, como ya he dicho, es única.
 
Sin duda alguna "Los sin nombre" no tiene nada que envidiar a todos los bodrios que llegan del cine americano y el oriental, que también se las traen...; es más, esta película es superior a todas ellas, salvo exepciones que siempre realizan expertos, una sorpresa del género en toda la década.
Es una sorpresa que también se excusa porque la alquilé sin propósitos, por pasar el día, sin referencias de ella y en seguida me encontré en una atmósfera asfixiante, un ritmo permanente y un final bueno, con algunas secuencias de un buen nivel; otra cosa es que la historia sea completa, pero parece tener una explicación y aquí también es superior a las mencionadas que sólo se limitan a ofrecer cuatro efectos sonoros de última tecnología y algún careto deformado.

Balagueró se ha ganado un nombre dentro del cine de terror en base a un puñado de películas interesantes pero su única joya, su mejor película fue este sorprendente debut donde conseguía poner los pelos de punta con uno de los mejores finales vistos en mucho tiempo en el género. Posteriormente realizó dos películas en cierta medida fallidas, Darkness y Frágiles de correcta factura pero decepcionantes en su desarrollo y especialmente en su desenlace, atesorando finales convencionales y previsibles. Entre la exquisitez de su opera prima y este par de pinchazos se sitúa REC como una obra intermedia bastante conseguida que hace presagiar que todavía queda talento en la cabeza de Balagueró siendo lo deseable que volviera a partir de nuevo de una idea original cerrando el capítulo de REC con la segunda parte, película que ya ha resultado bastante prescindible una vez desaparecido el grueso de la trama inicial y el efecto sorpresa.

Centrándonos en su primera película todo comienza con una madre que perdió a su hija varios años atrás, enfrentándose desde entonces a tan difícil situación intentando encauzar su vida en soledad, puesto que el suceso supuso también la ruptura de su matrimonio. El primer truco de Balagueró para engancharnos tiene lugar con una llamada telefónica que supuestamente procede de esa niña muerta y que descoloca totalmente a su madre que se lanza desesperadamente a la búsqueda de lo que era tan solo un recuerdo. Comienza entonces un juego en el que los espectadores vamos de su mano siguiendo las pistas, desarrollándose una película entretenida de la que parece que ya intuimos el desenlace, pero eso dista mucho de ser así.

Recuerdo perfectamente aquella tarde en la que me dio por alquilarla. Cansado de rastrear los videoclubs en busca de algo que pudiera sorprenderme, el destino quiso que me decidiera por fin por Los Sin Nombre, película de la que me habían llegado rumores de que era buena hasta el punto de que había adquirido incluso cierta fama más allá de nuestras fronteras. La verdad es que me la llevé a casa con cierto desdén y apatía, pero cuando terminó estaba totalmente aterrorizado. Los Sin Nombre consiguió entrar en mis demonios internos como casi ninguna película de terror había conseguido antes. Desasosiego, inquietud, y ese final tan asombroso donde se palma verdaderamente el mal. Me quedé totalmente petrificado en el sofá, angustiado primero y sorprendido después porque una de las pocas películas que me había producido verdaderamente una sensación de miedo provenía de un joven debutante español.

Volver a verla no merece la pena, pero la primera vez es toda una experiencia a pesar de que tengas de antemano, estás avisado, el juego perdido.
 
Jaume Balagueró es de esos directores amantes de las pelis policiales con tinte sobrenatural. Toma de su país de origen el ocultismo, la parapsicología y lo combina con el régimen franquista, ¿qué mejor fusión que el terror detectivesco con el horror de los campos de concentración y experimentación?

No obstante, así como considero que su atmósfera está logradísima, no opino lo mismo de la historia. Se bifurca, peca de antigua, de color blanco y negro, busca secundarios sin razón de ser (¿a qué viene el periodista, o el viejo amante alcohólico? ¿Para qué desarrollar la tragedia del policía "oficial"?) y, ante todo, recarga toda la trama con firuletes genéricos (frases lapidarias que finalizan una conversación, sujetos excéntricos que hacen gala por cinco minutos para luego desaparecer, etc.). Si por un lado me siento atraído por un anciano en silla de ruedas que se pierde en la oscuridad de un pasillo interminable (una de las mejores secuencias), por el otro no necesito analizar demasiado el guión para desnudarlo en todas sus inconsistencias.

Los sin nombre lleva consigo un profundo y valiosísimo espíritu amateur (y español) que luego chirría al ser amoldado técnicamente con los gustos de una producción global.
 le tengo cariño a esta película, porque Balaguero resucito un género en España, que llevaba muchisimos años muerto. Sólo chicho ibañez serrador, eloy de la iglesia y jess franco, se atrevieron a tocarlo en los 60, y llevarón la etiqueta de serie b. Balaguero nos demuestra que puede crear un producto original. Esta película sólo es de un visionado, porque una segunda no lo resistiria se quedaría sin sorpresa. Pero de todas formas, pesé a que no hay muchos sustos aunque si algúna pirueta del guión pero no hay muchas sorpresas terrorificas. Eso sí aunque el final no me gusto mucho y me parece algo echo a las prisas, la peli rezuma maldad por los cuatro costados y el final es impactante. Muy buena película, balaguero volvió a abrir la veda del cine de terror, después llegarían los otros, pero sin balaguero no habría los otros. En España hay muchas ideas y muchísima calidad, no tenemos nada que envidiarle al cine americano.

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