sábado, 30 de junio de 2012

entrevista de alberto garcía alix

«Cuando uno se ha roto, el único camino por el que puede reconstruirse es la memoria»

De una particular bajada a los infiernos, de su lucha contra la hepatitis C y la heroína, tocado por una ruptura sentimental, surge el viaje interior que este fotógrafo de la experiencia ha articulado en «De donde no se vuelve», una exposición que agrupa 30 años de imágenes, las de su vida. «Tienen un poso melancólico», dice el artista, para quien seguir vivo a pesar de su adicción a los opiáceos o a conducir en moto borracho sólo tiene una explicación: contar con la protección divina.

POR ELENA PITA; FOTOGRAFÍA DE LUIS DE LAS ALAS
Va por la calle como un saltimbanqui, persiguiendo a unos perros y a la rubia que los lleva. A saltitos, escuálido en su atuendo de bohemia parisina, la sonrisa rebasándole el perfil. Es la cara, el ánimo que le contagia a García-Alix el objetivo de papel. Hay que verlo, lo vi en cuanto llegué. Llamé a su puerta y me recibió ya con aquellas cabrioladas de chiquillo, cómicas. No se alegraba de verme (había olvidado la cita), imaginaba que quien venía era el mensajero, el mensajero que iba a fotografiar esa mañana para su serie de bikers, «tú te ganas la vida el día entero con la moto, ¿no?; pues eso, eres uno de la serie», le diría luego, cuando efectivamente apareció el motero. Así se alimenta el fotógrafo, de la calle, de las almas que encuentra.
Bueno, pues ahí que saltaba inquieto parapetado con la cámara minúscula detrás de su asistente cuando me abrieron la puerta. Nos invitó a té y a uvas, y luego compartimos un almuerzo en el cubano de Chueca de toda la vida, a vueltas con la memoria. Alberto García-Alix (León, 1956) se reescribe a sí mismo con una cámara cargada de película, tal que un escritor que empuñara su pluma. Vive para contarlo. Vivió asomado al abismo siempre, sobrevivió, y del vértigo, que es pulsión de muerte de quien ama y disfruta la vida, construyó una obra prolífica, premiada (Premio Nacional 1999), bellísima. Todo fue inconsciente, e inconsciente también empezó a buscarse a sí mismo en aquella maraña de sentimientos y negativos, lecturas, opiáceos y virus. A partir del 4 de noviembre expone en el Museo Nacional Reina Sofía 30 años de fotos (De donde no se vuelve) que son un viaje del presente al pasado, una narración introspectiva que no es sólo suya sino de todas las almas que la habitan, congeladas con vértigo en su objetivo de papel.
P.¿La fotografía le salvó, le salva aún la vida?
R.Ya quisiera la fotografía salvar vidas (ríe irónico). Me ha redimido la conciencia, en cierta manera; quiero decir que, a pesar de mí mismo, he construido una obra. Es una puerta que me ha abierto la posibilidad de aprender, formarme, comunicarme y conocerme. Una puerta a la vida.
P. Está considerado «un fotógrafo de la experiencia», como los nuevos poetas; ¿hay hoy más experiencia o memoria en su obra?
R. Experiencia.
P. Lleva, sin embargo, un par de años haciendo retrospectivas. De hecho, este echar la vista atrás comienza ya en el 93 con Los malheridos, los bien amados, los traidores. ¿Sucedió algo en esa fecha?
R. No, pero empezó ahí, sí, aunque de manera inconsciente: yo iba hacia delante y miraba para atrás sólo en corto. Pero todo cambia cuando llego a París.
P. ¿Qué sucedió entonces en París?
R. Fui a hacerme un tratamiento de interferón para curarme la hepatitis C, a punto ya de una cirrosis. Y qué suerte, me curé.
P. ¿Por qué París?
R. Acababa de sufrir una separación sentimental que me había hecho daño, si me quedo en Madrid me voy a La Barranquilla (poblado de; sinónimo de droga), para quitarme el dolor, físico y moral. En esos momentos yo mismo me doy mucho miedo, porque reacciono haciéndome daño a mí mismo, pero la tentación de anestesiar el dolor es muy grande. Entonces llego a París y todo cambia; supone una fractura interior tremenda, un viaje que me lleva a crear una serie de vídeos con guiones propios que no son sino una búsqueda interior: ahí empieza. Cuando uno se ha fracturado, el único camino por el que puede reconstruirse es a través de la memoria.
P. ¿De ahí arranca esta gran retrospectiva, 30 años?
R. Esto no es una retrospectiva, que no se entienda así: estoy haciendo una narración. Hacer una retrospectiva a mi edad sería fatal. He construido un viaje interior que empezó ya en París, sí, del presente al pasado. Luego me fui a China para escribir el guión, que es el hilo conductor de la exposición de fotos y del vídeo. Me fui lejos para sentir cómo me venía el pasado.
P. Dice Jenaro Talens sobre la exposición que es una muestra de melancolía. ¿Qué es lo más valioso que añora?
R. Siempre mis fotografías tienen un poso melancólico, inconsciente, que se pega a las imágenes. Es como una marca de la casa, pero de la que yo no me doy cuenta (se ríe).
P. La creación, o sea, la fotografía, ¿es ese lugar del que no se regresa?
R. Sí, es un espacio del que no se vuelve.
P. ¿Como la muerte?
R. Es una metáfora, la muerte es una realidad de las duras.
P. «En el nombre de todos mis muertos, un ángel me protege», dice en el guión. ¿Cuántas veces ha sentido o creído que moría?
R. Uno nunca cree que se muere, a no ser que esté terminal, y yo nunca lo he estado; pero sí me he encontrado muy mal. Digo que un ángel me protege porque miro para atrás y… cuántas veces he llevado la moto borracho, por ejemplo: hay una protección divina, una magia en la vida. Lo más duro fue en París. Días enteros con fiebre tiritando en la cama, una bajada a los infiernos.
P. ¿Consiguió superarlo solo?
R. Me acompañaba Nico (Nicolás Combarro, comisario de esta exposición), que tiraba de mí, menos mal: se vino a París a trabajar con la galería de Chantall Crousel, sabía que tenía que ayudarme, así que alquilamos dos lofts unidos y trabajábamos cuando podíamos. Y luego tuve la fortuna de conocer a una mujer, y eso te levanta el alma. Encontrar a una persona que te quiera cuando estás en semejante momento… Ya digo: un ángel me protege. Estaba en un bar y vi que una chica aparcaba su moto enfrente. Primero me fijé en lo bonita que era la máquina, y luego en la chica y me dije: qué suerte el hombre que tenga a esta mujer. Pues se puso a hablar de motos conmigo.
P. ¿Lo superó sintiéndose querido?
R. Estaba en fase 4, ya no fabricaba glóbulos rojos, entonces me ponían EPO: mi cuerpo era pura química, y así un año, y luego eso no se limpia en un día, no creas. Allí me quedé tres años, y ahora siempre vuelvo: en París tengo amigos, galería, y me dieron el tratamiento, que era lo más importante. La quiebra interior me obligó a mirarme, a viajar en mi interior a través de la memoria. La memoria es el espejo donde nos miramos y nos conocemos, y nos permite soñar y reconocer el mundo. Y la fotografía es la presencia visible de un instante, que luego nos permitirá jugar con la memoria. Yo sólo he fotografiado mi vida, y al revisar el trabajo retorno al pasado yo, pero no necesariamente el espectador que lo ve.
P. Le ocurre, en cierto modo, lo mismo que a los escritores, ¿fotografiar es también una forma de narrar?
R. Sí, y todos empleamos la memoria como espejo. Para crear, para hacer una exposición o un libro de fotografía, me invento un cuento.
P. «Miro a través de la cámara y cuando siento miedo, tiro», le cuenta a Nicolás Combarro. ¿Es su supervivencia, entendida como azar inexplicado, lo que tanto teme?
R. No, es como un miedo físico, casi una convulsión que puede producirme, por ejemplo, una pared levantada contra el cielo. Mis otros miedos son los de cualquiera: a la enfermedad, a la decadencia y a mis demonios.
P. Escapó a la muerte y la huida le dejó heridas que «son un estigma que mancha como una ofensa», ¿el estigma de los malditos?
R. No, me refiero a mis errores patológicos, a mi confusión permanente: a mi edad, uno ya se conoce.
P. Lo habrá contado mil veces, pero aún así me gustaría preguntar de dónde y cómo nace la fotografía en su historia personal.
R. Creo que nació siendo estudiante de Imagen y ayudante de dirección de cine… No, ayudante no; fui auxiliar del auxiliar del auxiliar del auxiliar de cámara: o sea, llevaba los cafés. Entonces quería hacer cine, fue más tarde cuando me sedujo la fotografía, por la magia del laboratorio.
P. ¿Cómo fue, qué pasó?
R. Sucedió por accidente. Mi hermano y yo corríamos en motos, y él tenía un amigo que venía a las carreras a hacer fotos, entonces me gustó aquello y pedí a mis padres una cámara, y al poco las carreras se acabaron, porque un amigo se mató y mi hermano decidió que iba a ser médico, así que vendieron el remolque: me quedé con una moto de competición que no podía mover y una cámara que no usaba. Pero al año me fui a vivir al Rastro con otro amigo, que montó en casa un pequeño laboratorio, entonces desempolvé la cámara: me seducía aquello de ver en el laboratorio lo que había visto a través del objetivo. Como no tenía ni idea, no me salían aquellos contrastes duros que entonces se llevaban, me salía todo gris.
P. Los grises de García-Alix.
R. Me pasaba las tardes en el laboratorio y, poco a poco, fui comprendiendo y encontrando resultados. Y empecé a decir que era fotógrafo, y las chicas me creían. Desde el principio fui consciente de que los momentos que retrataba eran únicos, que no volverían, y eso me emocionaba. La fascinación del laboratorio surgió al tiempo que mi relación con los opiáceos: allí me di el primer chute. Éramos un grupo de amigos muy creativo, en un momento muy underground; con Ceesepe y El Hortelano teníamos la Cascorro Factory, en la que editábamos cómics, y a mí la cámara me daba poder, era mi individualidad: era yo el que miraba. Así nació mi pasión por mirar, fotografiaba las habitaciones de las pensiones por las que pasaba, no tenía referencias, era un juego, hasta que vi la primera exposición, de August Sander. Entonces intuí el poder que tenía y ya la fotografía no volvió a ser lo mismo. No fui profesional, digamos, hasta el 86.
P. Fue tripulante de una generación de artistas que comprendieron que vida y obra eran la misma cosa, ¿por eso desapareció dejando cadáveres tan jóvenes?
R. No, creo que esa conjunción es algo personal mío. Pero aquellos años fueron letales: jugar con opiáceos tiene un precio.
P. Morfina. Pentazozina… Pentapón. Xosegón… Heroína… ¿De qué sirvió la «pócima del olvido» si el olvido no es posible?, ¿sirvió para tener más que olvidar?
R. ¿De qué me sirvió a mí? Yo no me arrepiento de nada. Me sirvió para construir una obra, y para mirarme, y para que lo que tuve me vuelva cada vez que veo una fotografía: sentimientos, dolor y alegría, virtudes y egoísmo, amor, y comprenderlo todo.
P. Fue una generación subversiva, pero ¿sirvió de algo la subversión?
R. Subversiva no, perdona, yo diría agitadora, convulsa, antisistema. A partir de la era Reagan todo se vuelve políticamente correcto, las ideologías se desmayan y ¿hemos ido a mejor? No lo creo. A nosotros sí nos sirvió, para acentuar nuestros valores y nuestra lucha individual por mejorar el mundo.
P. ¿Esa lucha empezó entonces o en su caso arranca del antifranquismo?
R. Todos crecimos luchando contra la guerra de Vietnam y contra el dictador; fui de la juventud consciente de la situación. La represión de los últimos años de Franco la viví muy de cerca en casa, todos los hermanos militábamos, y era una militancia muy valiente. Parece que ya nadie se acuerda de cómo era España, cómo se vivió aquel momento en la universidad: o estabas en contra o eras un asimilado.
P. Y le pregunto ahora, ¿es difícil deshacerse de un icono?
R. No, para mí es muy fácil. Lo que me importa es el presente, el ahora. Hombre, es muy halagador que a la gente le gusten mis fotos, mi memoria, pero yo sigo creando, no puedo hacer otra cosa.
P. Alix, ¿qué busca de sí mismo en el autorretrato?, ¿se ve extraño o se reconoce?
R. Extraño, no: me veo. Me pongo ahí y me tiro una foto a ver cómo me veo, y luego ya me juzgaré. Me pasa cada tres, cuatro meses, sin pensarlo. Hace tiempo que no me sucede, porque estoy más contento; me busco cuando me siento mal.
P. Dice que no es santo de su devoción, ¿qué se reprocha?
R. Que me he pasado la vida bailando (ríe, afónico).
P. Dice que ha sido un egoísta, ¿quiso escapar de sí mismo?
R. Soy egocéntrico, me imagino, sí, y algo egoísta, pero luego no tengo ego: es todo y nada, la dualidad que llevo en los dedos tatuada.
P. Alix, ¿y cómo se siente después de ese viaje en el tiempo, su tiempo?
R. Pues bien, muy bien.

fotografia antropologica

La fotografía antropológica o etnográfica es una modalidad de la fotografía documental científica, cuya finalidad es fotografiar a las personas dentro del ámbito de la cultura y el entorno social al que pertenecen, constituyendo una herramienta para la descripción y el análisis de la diversidad cultural del ser humano.
Tanto la fotografía como la antroplogía  nacieron a mediados del siglo 19 y tan pronto como la fotografía se popularizó, los antropólogos encontraron en esta actividad una metodología idónea para documentar sus trabajos etnográficos  utilizando ambas disciplinas. Sin embargo, los estudios que se centran en la fotografía como objeto de estudio antropológico son recientes; en ellos se considera la fotografía como un artefacto construido socialmente.
La fotografía antropológica dispone de un valor científico al ofrecer la representación visual de las personas en un entorno socio-cultural concreto, bien sea para documentar un trabajo etnográfico o mostrar, a través de la imagen fija, las costumbres y/o los detalles de una cotidianidad cultural.
Desde su invención, la fotografía ha sido usada como instrumento de estudio y demostración científico, atravesando incluso por un período de ingenuidad y sobrevaloración de la imagen técnica como prueba de verdad, como en el caso de la ftografia antropometrica  en el siglo XIX, que fuera usada para probar la superioridad racial del hombre blanco, o para estudios criminológicos como los realizados por alphonse bertillon basados en meras evidencias visuales. Por otro lado, la fotografía antropológica es heredera de las prácticas de ilustración de viajes, muy frecuentes y valoradas en las expediciones científicas y las empresas colonizadoras desde el siglo XV, realizadas desde Europa hacia el resto del mundo. A partir de la divulgación de la fotografía desde 1839, éstas fueron reemplazando paulatinamente pero definitivamente al dibujo y la acuarela que acompañaban los relatos de viajes hasta entonces.
Más adelante, con el advenimiento del turismo  y el creciente interés por conocer y compartir la diversidad cultural que nos rodea, la fotografía antropológica se ha convertido en una actividad muy popular. La mayoría de los viajeros, interesados en inmortalizar las vivencias y experiencias que la visita a sociedades exóticas les ofrecen, se han acercado a la fotografía obligándonos a la reflexión y al estudio de la importancia de esta disciplina. La fotografía antropológica es uno de los tipos de artefactos visuales de los que se ocupa la antropología visual.


fotos desde globos

La imagen principal de este post parece tomada desde el espacio, fue lo mismo que pensé cuando la ví, pero en realidad fue tomada desde un globo casero a una altura de 28 kilometros aproximadamente.
 Gerard Marull, Sergi Saballs, Martí Gasull y Jaume Puigmiquel. Son los nombres de los cuatro alumnos del instituto de enseñanza secundaria Bisbal, en Gerona, que acaban de demostrar que para tomar fotos de nuestro planeta desde el límite de la atmósfera no hace falta ser técnico de la NASA, sino un poco de pericia, algunos días de trabajo y un montón de ilusión. El pasado 28 de marzo, estos cuatro chicos lanzaron al espacio un pequeño globo sonda provisto de una cámara que se elevó hasta los 30.000 metros de altura. El globo de helio, que pesaba alrededor de 1,5 kg, se elevó durante dos horas y media y tomó algunas imágenes espectaculares de la Tierra.

una gota de sangre para morir amando

año 1973. 100 minutos. director: eloy de la Iglesia. España- Reparto: christopher mitchun, sue Lyndon, jean sorel, ramon pons, charlie bravo.
sinopsis: Una serie de crímenes aterroriza a la ciudad mientras Ana, una enfermera, atiende a sus pacientes del Gran Hospital. Las víctimas son siempre jóvenes con problemas. Un día, David, un joven delincuente, conoce casualmente a Ana

 A principios de los setenta eran pocos los que pudieron disfrutar de "La Naranja Mecánica" y todo el morbo que llevaba a rastras, dentro y fuera de las pantallas. Entre ellos José Luis Garci y que admitió no estar muy convencido de su visionado. Pero no fue excusa para que colaborara como guionista en este extracto del molde del film de Kubrick dirigido dos años antes.
Pieza retro, con algun que otro elemento de caspa, "Una gota de sangre..." puede apreciarse como una película simpática y bienintencionada, pero algo lenta y, naturalmente, oportunista. Es admirable su pretensión en un país donde el "libertinaje" en las artes estaba aún por llegar, aunque sus resultados llegan a ser un mero producto soft-erótico de base. No hacen falta referencias kubrickianas; a "Lolita", aparece Sue Lyon; también apreciamos un ejemplo en la familia asaltada por unos vándalos mientras ven "La Naranja Mecánica". Demasiadas alusiones cinéfilas en un film que, desnudándolo y volviéndolo a modelar, hubiera quedado mejor que no calcado y manoseado.
 No es una joya perdurable del cine, está claro, pero merece un visionado, aunque solo sea por curiosidad. El objetivo de mi crítica es el de dar una visión alternativa a las que aquí se han enunciado, que creo yo que se pasan un poco.
En primer lugar, y esto va para los naranjeros mecaniqueros, antes de ver la película, que se enteren de una vez de que no es un remake ni nada por el estilo de La naranja mecánica: "Una gota de sangre..." cuenta la historia de una enfermera asesina. Digo esto antes de empezar porque estoy convencido de que un amplio porcentaje de las personas que han votado esta película son hinchas de La naranja, expertos en Tarantino y cuatro cosas más, su película favorita es Pulp fiction, Malditos bastardos o Four Rooms y dicen odiar el cine español porque "siempre hacen lo mismo". A todos ellos, que seguramente no sepan ni quién es Eloy de la Iglesia, a todos ellos les digo que no vean la película, por más que en algún blog o algún sitio por casualidad hayan leído sobre ella. No la veais y ahorraros el 2 o el 1.
La película ya de entrada es una rareza, y da repelús al ver nombres como José Frade o Jose Luis Garci en los créditos. Parece tan solo una basura comercial de la época y la verdad es que empieza bastante mal. Si sobrevive al primer cuarto de hora, el espectador empezará a ver puntos de interés. Está claro que no es la mejor película de De la Iglesia, pero es entretenida, tiene dinerillo y está guay: es gracioso cómo se plantea el futuro, cómo se mezclan las cosas rancias de la época con un posmodernismo pretendido bastante entrañable, ¡se trata de un futuro analógico en el que tiene continuidad la religión y no se sabe qué es el cannabis! Más allá de la fantasmada del futurismo y de las referencias a otras películas, la película presenta por primera vez aspectos que serán recurrentes en el cine de su director: el prostituto, el homosexual, la violencia (planos detalles de jeringuillas en brazos, jeje) ... tratados con bastante osadía. Sue Lyon no hace un papelón, pero también mola ver su interpretación de distintos roles para ligar. La estética está lograda.
No se trata de la peor película del cine español, sin duda alguna, pero sí una de las más curiosas y especiales. La realización (sí, torpe, chapucera, bla bla bla) es efectiva y la forma de rodar -a pesar de los tics de la época- bastante interesante, sobre todo en las secuencias de acción: ¡hay hasta una persecución!
No es Kubrick, es Eloy de la Iglesia, y ésta una película con intenciones comerciales de 1973 (una época en la que la libertad de expresión estaba bastante restringida), entretenida y con elementos de culto, un anticipo de la obra de un director que apenas tres años más tarde se revelará como uno de los más comprometidos e interesantes del cine español.
 No, no estamos ante una obra magna, lo que se cuenta, visto hoy en día por ese espectador embotado por la ingente y hasta casi diría desnaturalizadora, disponibilidad de películas a golpe de click, no dudara en machacarla inmediatamente como una mala copia cañí de "La naranja mecánica", e incluso hacer chistes con que detrás del guión este Garci (entre otros, también Antonio Fos), un tipo que parece ser queda muy cool darle caña, lo cual a mi juicio es una paletada de tomo y lomo (remember "El crack 1 y 2", parece ser que antes de que entregue la cuchara Alfredo Landa, está proyectado rodar una tercera parte), no seré yo el obtuso que pretenda convencerles de que si deciden verla, encontraran una obra maestra.

Ahora bien, si nos situamos en el año que vio la luz (1973), en el hecho de que "La naranja mecánica 1971" no se estreno en España hasta después de la muerte de Franco (cine Cid Campeador de la calle General Mola – actualmente Príncipe de Vergara - de Madrid, casi 1 año en cartel, y largas colas, unos, cinéfilos, y los mas, en busca de esos desnudos tan ansiados por los reprimidos españolitos de la época), la cosa cambia, para los numerosos espectadores (estreno, reestreno, sesión continua, y cines de verano, omnipresente), que durante esos 2 años antes del estreno de la de Kubrick, y no teniendo ni zorra idea de que esta existiera, hasta la referencia que se hace de ella cuando Chris Mitchum y sus muchachos asaltan la casa en la que la familia veía un reportaje en televisión (el cinéfilo de a pie más avanzado se enteraba de lo que se cocía a través del Fotogramas – al que muchos se acercaban por las señoritas de muy buen ver y ligeras de ropa que embellecían sus páginas, cuantos cinéfilos salieron de ahí, pero bueno, esa es otra historia), la historia tenía su interés, y entretenía e inquietaba con esa mezcla de ciencia ficción, denuncia social, morbo, terror psicológico, y los vaciles habituales de Eloy de la Iglesia (los homoeroticos no pueden faltar), con un futuro de estética setentera, y hasta su poquito del hijo de Robert Mitchum pintándola con una preciosa Bultaco (de obligada visión las escenas de persecución coche/moto por las obras de la futura M30 madrileña en "Un verano para matar 1972" de Antonio Isasi-Isasmendi, también con Mitchum al manillar).
me encanta este detalle de la peli, sue lion leyendo a nabokov.

 Si con Red Hill dije que comenzaba fuerte el 2011, Una gota de sangre... impulsa el año cinematográfico a cotas más altas. Es muy pronto para hablar pero creo que este film va directo para el Top 5 Cine Clásico. Ya veréis, ya...



¿España?, un futuro no muy lejano. Noche tras noche un misterioso asesino ejecuta  hombres jóvenes, mientras David (Chris Mitchum) y su banda se dedican a llevar el caos y la violencia allí por donde van.
Ajena a todo esto, Ana (Sue Lyon) sigue dedicándose a los enfermos en su puesto de enfermera en un hospital donde experimentan con la modificación del comportamiento humano. Pronto las tres historias serán una.


Una gota de sangre para morir amando también conocida como Murder in a Blue World, Clockwork Terror o jocosamente como la Mandarina Mecánica, es un trabajo fruto de la labor de 3 gigantes del cine made  in Spain.
Corría el año 1971 cuando Stanley Kubrick estrenó su polémica obra maestra La Naranja Mecánica, en España fue censurada por su contenido violento pero Eloy de la Iglesia (El Pico, La estanquera de Vallecas) decidió que los españoles no se quedarían sin ver una fábula sobre la violencia y la serviría bien masticada para una fácil digestión. Con un guión en el que colabora José Luis Garci (que antes de dirigir se dedicó a publicar relatos de ciencia ficción) de la Iglesia llevo a la pantalla esta peculiar historia mezcla de ciencia ficción, giallo y elementos claramente sacados de la obra Kubrickiana.
Dirigida de una manera muy eficaz y echando mano de recursos visuales muy utilizados en el giallo como encuadres atrevidos o mucha cámara en mano y subjetiva.


Para poder realizar la película se necesitaba pasta (y un par de cojones bien grandes) y de eso se encargó: José Frade!!!. Además se contó con el trabajo de Sue Lyon, conocida por su papel de Lolita en la adaptación del omnipresente Kubrick, y de Chris Mitchum, hijo del mítico Robert Mitchum.
Contiene escenas "inspiradas" en La Naranja Mecánica y una moraleja calcada (más cañera y evidente) pero regado con una buena dosis de giallo que convierten este film en algo más que una exploitation psicotrónica.
Según parece Garci es el responsable de los guiños a la obra de Kubrick como el hecho de que la familia asaltada por la banda de David se dispone a ver en la TV A Clockwork Orange, o Sue Lyon leyendo Lolita.


En cuanto a producción la peli no esta mal, con elemento si bien no muy originales pero que dan el pego (los monos de cuero de la banda) y es un ejemplo más de ese retro-futuro setentero que hemos visto en cantidad de ocasiones pero con aportaciones patrias como los anuncios de slips (escena 100% Ken Russell) o los mensajes del gobierno, que por desgracia no eran ficción sino la pura realidad de la España del 73.
También merece la pena mencionar esos apuntes de como seria el "Regimen" en el futuro y como muestra ahí tenemos esa imagen con la versión futurista del siniestro aguilucho.
En fín, Una gota de sangre para morir amando (vaya titulito) es una película que no es genial pero merece mucho la pena ver y nos demuestra que hubo una época en la que la gente del cine español le echaba huevos al tema
 
Son fanático del buen eloy de la iglesia... y digo del bueno, porque en su filmografía hay mucha mediocridad, pero aquí estaba en sus mejores años. La película es un calco de la naranja mecánica, y mezcla la historia de la enfermera para hacerlo diferente. El caso es que tiene la película muchos detalles interesantes, ¿ quién no se dejaría engañar por un ángel? me gusta mucho este film, para mí gusto, el mejor en la filmografía de eloy de la iglesia, un hombre que cómo jess franco, nadaba contra corriente.

telefon

1977,. Usa, acción. 102 minutos. director: don siegel. reparto: chales bronson, lee reemik, donald plaasence. jhon mitchum.
sinopsis: Con la colaboración de un agente de la CIA, un ex agente estalinista de la KGB intenta desprogramar a los americanos que han sido víctimas de un lavado de cerebro, pero los rusos tratarán de frustrar la operación
 En 1975, tras leer la novela “Telefon” del escritor norteamericano Walter Wager, la cual se centraba en la idea del uso del control mental como un arma capaz de desatar o solucionar un conflicto bélico, el productor y director James B. Harris reconoció el potencial comercial que poseía la historia y decidió comprar los derechos de la misma, con la intención de llevarla a la pantalla grande. Si bien en un principio Harris había pensado en Peter Hyams para el puesto de director (sería el mismo Hyams en compañía de Stirling Silliphant quienes escribirían el guión), los ejecutivos de la MGM desestimaron su idea porque según ellos, era más conveniente que la cinta fuera dirigida por un realizador con más experiencia. Fue así como Don Siegel se sumó al proyecto, sin imaginar la gran cantidad de problemas que tendría con el protagonista del film, el siempre popular Charles Bronson. El actor, quién en ese entonces había logrado establecerse como uno de los tipos duros más reconocidos de la pantalla grande, estaba consciente de su popularidad, razón por la cual no solía ser muy cooperador con los directores o los actores con los cuales trabajaba.

El primer problema que tuvo Siegel con Bronson, tuvo relación con el famoso bigote del actor. Para el director, era necesario que Bronson se afeitara el bigote una vez que su personaje comenzara su misión de “espionaje”, con el fin de que este no pudiera ser reconocido por el villano de turno y las autoridades norteamericanas. Sin embargo, el actor se negó a afeitarse el bigote, iniciando una fuerte discusión con Siegel, quien eventualmente tuvo que ceder de mala gana al capricho del actor. Lo que resulta aún más curioso, fue la negativa de Bronson de besar a Lee Remick, en la escena que esta lo va a buscar al aeropuerto a su llegada a Norteamérica. El actor básicamente se negó porque según él, cuando su esposa lo iba a buscar al aeropuerto, jamás lo besaba. Ante esto, Siegel le dijo a Remick que entonces lo abrazara en la ahora polémica escena, a lo que la actriz le respondió: “Pero, Don, no me atrevo. Él es capaz de golpearme”. Aunque eventualmente la escena sería rodada sin inconvenientes, la tensión en el set era palpable, y terminó estallando en la filmación de una escena al interior del Hotel Hyatt de San Francisco. En dicha escena, el personaje de Bronson debía bajarse de un ascensor de vidrio para ir tras uno de los agentes de la KGB. Para que las cámaras pudiesen tomar el ascensor sin problemas, Siegel marcó con una cinta negra el lugar donde el actor debía bajarse, lo cual no le hizo ninguna gracia a Bronson, quien sintió que lo estaban tomando por tonto. Tras una fuerte discusión, en la cual el director amenazó con abandonar el film, el actor decidió hace una tregua con Siegel, la cual se extendió hasta el fin del rodaje.

La cinta básicamente se centra en la paranoia existente a ambos lados de la cortina de hierro durante la Guerra Fría, y en los alcances de la misma. El villano de turno es Nikolai Dalchimski, un agente de la KGB que tras enterarse de un proyecto secreto llamado “Telefon”, decide que él es el encargado de iniciar un conflicto bélico de proporciones catastróficas. Pero, ¿en qué consiste dicho proyecto? Como bien se lo explica el general Strelsky (Patrick Magee) al personaje de Bronson al principio del film, a principios de los cincuenta, la KGB preparó a 51 agentes para infiltrarse en el corazón de los Estados Unidos. La particularidad de dichos agentes, es que gracias a la hipnosis, basta que escuchen un poema de Robert Frost para que se conviertan en bombas de tiempo ambulantes, y realicen ataques suicidas contra una serie de puntos estratégicos norteamericanos. Ante dicho escenario, el coronel Borzov es enviado a Norteamérica, donde junto a Barbara (Lee Remick), una agente de la CIA, tendrán que encontrar a Dalchimski y eliminar cualquier rastro del macabro proyecto antes de que este llegue a oídos de las autoridades norteamericanas, dando inicio a una guerra sin precedentes.

Resulta curioso como la cinta funciona en distintos niveles. Es un thriller efectivo, cuya tensión se mantiene no solo por lo aleatorio de los ataques suicidas, lo cual obviamente dificulta la tarea de Borzov y compañía, sino además por el hecho de que el espectador no tarda en darse cuenta que el protagonista no es más que un simple peón de sus superiores y de su propia compañera, quien tiene órdenes de asesinarlo una vez que este cumpla su misión. Por otro lado, “Telefon” bien podría ser vista como una “road movie”, aunque técnicamente no lo sea. En un principio, la relación entre Barbara y Borzov es áspera y se basa en la mutua desconfianza. Ninguno tiene claro las órdenes del otro, y su sociedad no ha sido voluntaria, sino que ha sido impuesta por sus superiores. Será a medida que viajan por los Estados Unidos en búsqueda de Dalchimski, que la improvisada dupla entabla una relación de compañerismo, la que no tardará en convertirse en algo más. Además la cinta presenta un par de trepidantes escenas de acción, que involucran explosiones, peleas de puños, persecuciones a toda velocidad, e incluso una serpiente de cascabel. Por último, el film presenta una mirada cómica al entonces cada vez más relevante mundo de las computadoras, las cuales son utilizadas por la diligente agente de la CIA, Dorothy Putterman (Tyne Daly), para intentar solucionar todas las interrogantes que plantean los extraños ataques suicidas que han emprendido una serie de supuestos ciudadanos norteamericanos comunes y corrientes.

Si bien Charles Bronson jamás será recordado por sus habilidades actorales, en esta ocasión realiza un buen trabajo interpretando a este militar frio e implacable, que a medida que transcurre la cinta va mostrando algunos rasgos de humanidad, sin dejar de lado su personaje de tipo duro. Por su parte, Lee Remick se presenta como el complemento perfecto del personaje de Bronson, con quién tiene una gran química, lo que obviamente ayuda a que la relación que se va cimentando entre ellos durante el transcurso de la cinta resulte creíble. Por último cabe destacar la actuación de Donald Pleasence, quien interpreta de gran manera a este villano megalómano, voyerista y cobarde, que disfruta viendo como los agentes encubiertos se convierten en verdaderos entes, y se inmolan por una causa que carece de sentido. En el apartado técnico, la cinta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Michael Butler, y con la efectiva banda sonora del compositor Lalo Schifrin, que se presenta como uno de los puntos altos del film.
 

Aunque en general esta producción cuenta con más virtudes que defectos, si tiene algunos detalles que pueden llegar a molestarle a ciertos espectadores. Si bien el personaje interpretado por Tyne Daly aporta con algunas dosis de hu
Estamos ante un claro ejemplo de cine de consumo de los 70, que para mi gusto es bastante mejor que el actual.

Siegel intenta imprimir algo de su gancho a una trama tópica, propia de la Guerra Fría tardía, en la que ya se constataba que el juego del contraespionaje iba a volver a todo el mundo paranoico.

La primera parte resulta más interesante y conforme avanza el film decae. La pareja Bronson-Remick desprende más química de la esperada y acaban por resultar simpáticos en un mundo tan áspero como el del espionaje.

Para pasar el rato sin demasiadas exigencias.
mor, este bien pudo haber sido sacado de film, ya que gran parte de sus intervenciones no tienen mayor importancia dentro del desarrollo de la historia. Por otro lado, hay que reconocer que el relato en general es bastante fantástico (de hecho, Desde aquellos tiempos de la Guerra Fría siempre ha existido la leyenda urbana de que había seres humanos programados para matar con la simple lectura de un texto o con unas palabritas mágicas. De ahí viene gente como John Hinckley Jr, que intentó asesinar a Ronald Reagan o Mark David Chapman con John Lennon, en este caso portaban el libro El Guardián entre el Centeno, cosa que ha dado lugar a miles de teorías (en EEUU existe la creencia de que en las librerías hay una línea directa con el FBI que les avisa que alguien lo está comprando).

Con la premisa de la hipnosis con drogas, Don Siegel se adentra en el mundo del sabotaje, la traición y los espías. Charles Bronson, comandante del ejercito ruso es encargado de buscar agentes rusos en los Estados Unidos con la ayuda de una agente infiltrada ya que parece que están siendo activados por un traidor al Kremlin.

La película no es que haya envejecido muy bien pero tiene su punto para pasar un rato entretenido.
el mismo Siegel reconocería que el g
Un experimentado agente del KGB es enviado a los Estados Unidos con la misión de detener por cualquier medio a otro espía renegado que está despertando y utilizando a unos "durmientes" para cometer todo tipo de atentados, en su misión con la ayuda de otra agente norteamericana que le servirá de guía. Vigorosa y trepidante realización de Siegel, que aprovecha bien el ingenioso aunque esquemático guión y entrega un film sin duda menor pero disfrutable, que supera su condición de pura paranoia de la guerra fría ya un tanto desfasada, gracias tanto a esa asombrosa fluidez narrativa marca de la casa (aunque aquí se muestra un tanto televisivo y quizás demasiado funcional en el apartado visual) como a la sorprendente buena química entre el impertérrito Bronson y la estupenda Lee Remick (actriz de inmenso talento nunca suficientemente valorada), como pareja de investigadores de profesionalidad a toda prueba. Una película de lo más recuperable, con bienvenidas gotas de mala uva humorística (los agentes soviéticos infiltrados son todos arquetípicos americanotes, transformados de golpe en terroristas en trance) y la siempre agradecida presencia de Donald Pleasence como retorcido villano. Como curiosidad, el poema de Robert Frost que despierta a los durmientes ( El bosque es hermoso / Oscuro y frondoso / pero tengo promesas que cumplir / y mucho que andar antes de dormir / Recuerda, mucho que andar antes de dormir) era lo que debías decir si deseabas el bailecillo sugerente de la curvilinea Vanessa Ferlito en la malograda pero simpática "Death proof".
 
uión era “totalmente imposibCharles Bronson encarna esta vez a un agente del KGB encargado de liquidar a unos espías soviéticos infiltrados en Estados Unidos, que están siendo utilizados por otro agente ruso para cometer atentados. Dichos espías llevan una vida normal pero han sido adiestrados mediante hipnósis y cuando reciben una llamada de teléfono y escuchan la contraseña secreta se reactivan y actúan como Kamikaces atentando contra un objetivo prefijado.

Estamos ante una interesante propuesta de acción y suspense dirigida con buen pulso por el gran Don Siegel, en la que sería una de sus últimas películas. El guión es obra de uno de los guionistas más activos de los setenta, Stirling Silliphant y del polifacético Peter Hyams, que por esas fechas decidió dar el salto a la dirección y también se encargó de la fotografía de sus propios filmes.

Buenas escenas de acción y suspense para una película entretenida a tener en cuenta.

el bosque del lobo

1970. españa- director: pedro olea. reparto: jose luis lopez vaquez, amparo soler, antonio casas, nuria leal. 100 minutos. drama-licantropia.
sinopsis: Benito Freire es un buhonero que vive miserablemente en medio de un ambiente dominado por la ignorancia y la superstición. Se dedica a la venta ambulante por los pueblos gallegos y padece severos ataques de epilepsia. Por la comarca comienza a extenderse el rumor de que es un hombre lobo y de que está poseído por un espíritu demoníaco. Y son, precisamente, las historias que de él se cuentan las que acaban haciéndolo enloquecer. Y a partir de entonces, en las noches de luna llena, acompaña a través del bosque a aldeanos a los que luego asesina en medio de violentos espasmos.


La primera gran película en la trayectoria de Olea y un film que todavía emerge hoy como uno de los mejores de su época en el cine español.
Basándose en la obra "El bosque de Arniches" de Carlos Martínez Barbeito, se nos presenta la historia real ocurrida en Galicia a principios del siglo XX, de un incauto buhonero que se cree licántropo, por lo que tiende a asesinar irremediablemente a las personas que acompaña una vez se introduce en el bosque.
Olea, muy inteligentemente, se desmarca del tono terrorífico de la historia para enfocar la película desde el lado de la desmitificación de las leyendas licantrópicas, proponiendo la historia de un pobre diablo afectado de pura esquizofrenia.
Gran guión de Olea y Porto, con una atmósfera espléndida y magnífica fotografía de Amelio G. Larraya, para una magnífica obra que contrapone muy bien el folklorismo típico patrio frente a un naturalismo crudo, valiente, desmitificador y áspero.
Impresionante interpretación de López Vázquez, demostrando ser uno de los mejores y con más registros actores de la Historia del Cine español y mundial.
En 2004, Paco Plaza ha realizado otra adaptación titulada "Romasante, la caza de la bestia".
 Nunca resultó sencillo para muchos de nuestros actores sacarse el sambenito con el que los críticos y público en España tienden a etiquetar a cualquier artista que sea conocido.

Alfredo Landa lo tuvo que sufrir mucho tiempo hasta que José Luis Garci hizo que con aquella fabulosa película que es “El crack” se le viese por parte de todos como un actor total.

Muchos años antes el rompe y rasga ya lo había hecho otro de los grandes, José Luis López Vázquez, un actor que a pesar de ser fetiche para Berlanga se le seguía considerando valido sólo para la comedia.

Nada más lejos de la realidad. Un director debutante como Pedro Olea echó por tierra ese mito al dar a Vázquez uno de los personajes más turbios y psicopáticos de toda la historia del cine español: Benito Freire, un tipo que hace que te puedas reír sin complejos de Hannibal el caníbal.

En la escasa hora y media de cinta queda perfectamente retratada una porción de sociedad española que parece sacada de las peores pesadillas de Goya. Lo tremendo es que aquello sucedió, y Olea nos lo muestra sin sangre ni efectismos, como mandan los cánones, sabiendo crea tensión de verdad, sólo apto para adultos de verdad.

Estoy seguro que a Tod Browning le hubiera encantado esta película.

Una cosa más, un recuerdo para Astorga, la ciudad maragata que tan presente está la película, no nos olvidemos de ella que no sólo de Galicia vive el... hombre lobo.
El licántropo, ese ser tan temido durante tiempos ajenos a los nuestros, objeto de leyenda entre los habitantes de la España más rural y tema de conversación durante aquellos años, dando paso a anécdotas y relatos de todo tipo, que permanecían en la memoria de los aldeanos, pasando de boca en boca.
Ese parece ser el punto de partida de la obra de Pedro Olea, que emprendiendo esa historia, y a raíz de un personaje principal harto arisco, a la par que discreto y callado, media su labor con pulcritud y destreza, componiendo una historia que, pese a la monotonía que puede llegar a adquirir en determinados momentos, no pierde el interés de sus formas más que en contados momentos.
De este modo, y tras un brillante epílogo, Olea nos introduce en las andanzas de Benito Freire, un vendedor ambulante y guia itinerante que va descubriendo sus facetas al espectador con sosegada calma, además de ir introduciéndole en sus particulares quehaceres diarios.

Sin dudas, la realización es uno de los pilares básicos de esta película, puesto que pese a sus patentes defectos, como la insistencia del director en los mismos aspectos de su labor constantemente, o lo pausada que se llega a tornar la propuesta en diversos minutos, haciendo que uno mismo llegue a bostezar levemente, el trabajo desempeñado por el cineasta bilbaino es sumamente atractivo gracias, en especial, a una espectral y turbadora banda sonora, que hace mella en determinados momentos con gran acierto, además de un manejo de la cámara meticuloso y sobrio, a través de la cual introduce el movimiento idoneo durante cada secuencia.
Tampoco hay que descuidar ese excelente cuadro que idea sobre la España profunda, esos recónditos parajes que esconden lo más intenso y acentuado de esas tierras alejadas del mundanal ruido de las grandes poblaciones, donde todo se vive con un fulgor especial. Además, el retrato sobre sus gentes es francamente memorable, siendo una de las partes más trabajadas de la obra.

A ello, hay que añadir una sobria actuación de José Luis López Vázquez, que consigue obrar un serio papel a raíz de un personaje suficientemente matizado como para que el espectador pueda sacar mínimo partido del mismo. Engimática y recóndita interpretación de Vázquez, con resultado gratificante.
Aun y así, otra de las pegas del film, es que descuida demasiado secundarios que se ven excesivamente desaprovechados, y cuyas relaciones con el protagonista debieran haber sido mejor trabajadas, ya que el partido que se saca de ellas es nimio.
Posiblemente, si se hubiese insistido menos en la reiteración de según que momentos y situaciones, y se hubiese intentado poner más empeño en sacar partido a los vínculos que mantiene la figura principal de este trabajo con sus más allegados, podría haber cobrado mayor verosimilitud una historia que interesa y llega, pero no logra profundizar o alcanzar un concepto más allá de la franqueable trivialidad del planteamiento inicial.
Recomendable.
 
La leyenda urbana acerca del buhonero epiléctico que acabó convirtiéndose en un hombre lobo asesino fue puesta en escena por Pedro Olea y dio la oportunidad a Jose Luis López Vázquez de cambiar radicalmente de rol interpretativo alejándose así de los papeles de comedia en los que se había especializado hasta el momento.

El actor realiza un trabajo introvertido y austero, en ciertos momentos cercano a los registros insanos de la demencia, por el que demostró su valía en papeles dramáticos.

La película mantiene una desconcertante estructura de cine de terror, próxima a la crónica de costumbres y al documento realista.
Las supersticiones, los ritos religiosos y la ignorancia reinante en la Galicia profunda del siglo XIX se conjugan a la hora de investigar la mente de un asesino en potencia.

La maldición de la licantropía no podía recaer en nadie más convencido de ella.
 Bueno yo creo que si en España tiene que haber alobados, brujas o lo que sea tienen que estar en Galicia. La película se desarrolla alli aunque no se en que época ciertamente. Pero todo es tan patético.

Empezando por el protagonista, Benito Freire, un pobre desgraciado buhonero que va de aquí a allá vendiendo baratijas, contando historias y llevando mensajes. La verdad es que José Luis López Vázquez lo borda y hace un papelón de categoría resistiendo unos primeros planos inacabables como quién mea en su casa. Todo el peso de la película recae en él.

El contexto es siempre un ambiente pobre, pueblerino, donde la sencillez y la simplicidad se dan la mano y el patetismo acecha cada casa. Donde el cura es el que más manda y el que más sabe aún sabiendo poco. Crucifijos y una iglesia arraigadísimos. Bosques, naturaleza y cuatro casas mal desperdigadas en medio con gentes que hablan de una forma un tanto antigua. Galicia pura y dura coño. Un lugar en donde parece que no pasa el tiempo...lo malo es que parece que se paró alli hace más de mil años.

En resumidas cuentas la peli se trata de eso, las idas y venidas de un diablillo que ni siquiera a podido elegir su destino y que aún no teniendo su enfermedad seguiría siendo un perdedor de los grandes si es que alguna vez tuvo algo, un personaje de pueblo profundo. Una persona verdaderamente penosa.

Los nombres de los personajes son reveladores: Pacucha, Avelina, Benito, la tranca...nombres que se oyen acompañados de una tripa de chorizo y queso tierno. Buenos nombres y no cosas como Tania, Vanesa y mierdas de esas.
En la campiña gallega de principios del siglo XX, algunos habitantes de los pequeños pueblos dispersados por el territorio desaparecen o mueren asesinados. Todo el mundo cree que se trata de un hombre lobo. Benito Freire (José Luis López Vázquez) sufre violentos ataques que le inducen a atacar en el claro de un bosque a sus acompañantes.

El bilbaíno Pedro Olea se basó libremente en un caso real ocurrido en una época algo anterior de la que nos situa en “El Bosque del Lobo”; se documentó de las actas judiciales que llevaron a un vendedor ambulante llamado Manuel Blanco Romasanta a ser condenado a muerte por varios asesinatos, sentencia que no llegó a consumarse por benevolencia. Aunque sí llegó a analizarse el caso de un hombre aquejado gravemente de psicopatía y claramente inducido por la naturaleza y que sus violentos actos reflejos llevaban a creer, y así lo ensalzó el folclore, de que se trataba de un licántropo u hombre lobo.

Olea supo escenificar una España negra, regida por los cánones de la Iglesia y la alta burgesía por encima de una población humilde, que vivía del campo y la ganadería. Por lo que la censura española tuvo que echarle ojo avizor al asunto. Con la oleada del nuevo respirar del cine español, Olea rodó en los setenta otros films interesantes de los que destacan “Pim, Pam, Pum,… ¡Fuego!” (1975), y “Un Hombre llamado Flor de Otoño” (1978).
 
La historia que narra es la de Manuel Blanco Romasanta un hombre que decía convertirse en lobo cuando asesinaba a sus víctimas, debido, según decía, a una maldición familiar desde niño. Lo sorprendente de la historia real es que 6 psiquiatras confirmaron que su estado mental era de cordura total. Aún así se le considera el primer asesino en serie español con 12 asesinatos a sus espaldas.

La película está bien, José Luis López Vázquez está genial, brillante, pero echo en falta que se detuviera el narrador aún más en el personaje, no sólo en su detención sino en las cosas que dijo en el juicio o cómo fue llevando a los policías a los lugares donde mató a sus víctimas diciéndoles que sólo había huesos porque se los había comido.

De todas formas, ojalá en el cine contemporáneo español se hiciesen más películas sobre este tipo de historias de la denominada "España negra" o "España mágica", seguramente tendríamos más taquilla y más calidad en las historias que actualmente.
 Lo que más me gusta de este film, es que prescinde de espectacularidad, y se centra en la historia tal y cómo fúe, que está basada en echos reales. No consigue captar del todo el espiritu gallego de principios de siglo, pero se le acerca bastante. Es recomendable para los que amais el cine más rancio de la España más miserable y arrastrada, películas de culto como la presente, o el crimen de cuenca, sin ir más lejos. Destacar la enorme interpretación de Jose Luis López Vazquez, un actor con mayusculas.

20 pasos para la muerte

españa. género: spaguetti western. Director: manuel esteba. 78 minutos. reparto: dean reed, alberto farnese, patty sheppard, luis induni, marta may.

Pésimo spaghetti western.
A su falta de guión, le tenemos que sumar también la falta de presupuesto. Y si encima los actores no son muy buenos, pues la cosa no funciona nunca.
Después de acabar la guerra, un soldado sureño vuelve a su rancho, pero antes salva a un mestizo de la muerte, así que este se va a vivir con él y con la hija del soldado.
Al cabo de los 10 años, aparece por el rancho un hermano de un hombre al que mató el ex-soldado, y ya tenemos la cosa lista.
Esta es la base del guión, que por desgracia al poco ya comienza a dar vueltas sin sentido de situaciones estúpidas a diálogos de madera.
Mención aparte merecen el aspecto técnico. Al inicio de la película hay un inserto de un mensaje escrito en un papel que da vergüenza ajena, de lo cutre que es. Había poco dinero, pero para poner eso, mejor no poner nada. La iluminación se nota por su ausencia. Y el recurso de la cámara acelerada para parecer que los actores se mueven mas rápido es de risa...
El maquillaje del protagonista, que supuestamente es un mestizo, es peor del que cualquier puede hacerse en su casa con un par de pinturas de carnaval.
La localización para rodar Curro jimenez estaría genial, pero esos montes no son muy del oeste que digamos...
Y podría seguir, pero no me quiero cebar.

En su lado bueno (que alguno tiene que tener), están un par de escenas de tiros, y los dos duelos contando hasta veinte.
Demasiado poco.
 Un sargento del Ejército del Sur en la Guerra de Secesión, al finalizar la contienda desea volver a su casa para reencontrarse con su hijita.
Sin embargo, antes de ello ayudará a unos antiguos camaradas a robar una carrera con oro, pues le dicen será para conitunar la guerra. Pero es una trampa y logra escapar de ella, ayudando a encerrar al que planeó todo.
En su camino a casa rescatará de la muerte a un niño mestizo que se encuentra enterrado en la tierra hasta la cabeza.
Los años pasan y ambos, el mestizo y la hija del ex-sargento, se han convertido en adultos y el mestizo está enamorado en secreto de ella. Pero ella está prometida a un hombre rico, un auténtico gilipollas, un fantasma más malo que la tiña.
Un mal día aparece el hombre a quien ayudó a encerrar. Ha estado 10 años en la cárcel y busca venganza, una venganza muy bien rumiada
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Mi opinión: Muy discreto spaguetti western, nada bueno, más bien malillo, pero que se puede ver gracias a la evidente falta de ínfulas artítisticas, así como a su absoluta falta de ambición (vamos, digo yo, por que si no....).
La historia no es nada, nada original, repitiéndose abundantes elementos comunes a la mayoría de productos y subproductos del mismo calibre.
Sin embargo, es cierto que no se hace pesada ni es aburridísima, pero los minutos pasan sin que se atisbe el menor rasgo de originalidad ni de rigor en el argumento.





Así, hay momentos verdaderamente ridículos, viéndolos, claro está, desde la perspectiva del espectador. No en vano, en esta ocasión vamos por delante de los personajes, pero hay cosas que no hay por dónde agarrarlas, como por ejemplo el vergonzoso diálogo entre el protagonista y la chica cuando ambos se declaran su amor. Un momento presuntamente entrañable pero en verdad sonrojante.
Eficaces actuaciones del montón de "secundarios" que dan prestancia a sus taimados personajes LuisInduni, Antonio Molino Rojo, Tony Chadler Chandler..).
Bonitos exteriores rodados, entre otros lugares, en Fraga (Huesca), (España).
 Manuel Esteba, también conocido por el seudónimo de Ted Mulligan, fue uno de tantos artesanos que desarrollaron su carrera dentro de la floreciente industria dedicada al cine de género de los años 60 y 70. A caballo entre la serie B y la Z, Esteba incursionaría en corrientes tan dispares como el el eurowestern – Veinte pasos para la muerte (1970), Una cuerda al amanecer (1972) -, el cine de niños prodigio – Agáchate, que disparan (1969), el religioso – Hola, señor Dios (1970) – o el fantástico – Espectro (Más allá del fin del mundo) (1978) -.
 sonrojante spaguetti western digno de lástima. es lo malo de este género, que pelis buenas se cuentan por docenas, pero las malas por cientos. Lo tiene todo para pasar al olvido, un guión escrito en un rollo de papel higiénico, unos actores desmotivados, que sólo salvan los de siempre, como el incombustible luis induni, un presupuesto que no llega ni para darle una cartuchera a cada personaje, muertos que se mueren antes de que suene el disparo, estamos ante el disparate más absoluto de los despropositos, vale a modo de coña, pero se me hace una tortura china verla en el sofá. 

miércoles, 27 de junio de 2012

fotografiar el crepúsculo

La imagen por excelencia, la puesta de sol, colorea con tintes cálidos. Ideal para siluetear un plano o imagen. Las imágenes más interesantes se toman cuando las nubes cubren parcialmente el sol creando así un fuerte contraste. Las aguas en el crepúsculo se reflejan cómo un espejo y se funden en el cielo.
 El cielo, tantas veces inmóvil en nuestras fotografías, es un elemento fotográfico con gran capacidad de sugestión. Las nubes y las horas lo transforman contínuamente. Se convierte de una tonalidad rosa al alba, azul intenso durante el dia y rojo intenso a la puesta del sol. Nubes suaves y nubarrones tempestuosos visten de forma elegante y espectacular una composición fotográfica, en las cuales se puede hacer navegar lo inimaginativo y producir una fantasía majestuosa.

Las nubes, delante del sol crean fuertes contrastes.

martes, 26 de junio de 2012

fujifil, xp30 naranja

¡La APN FinePixXP30 de FujiFilm resiste a los choques, al agua, a la congelación y al polvo, y es la compañera ideal de todas tus aventuras!
Esta compacta cuenta con un sensor CCD de 14,2 megapixeles y de un zoom óptico 5x, sólido y eficaz y realiza unas magníficas fotos en todas las situaciones posibles e imaginables. ¡Ya no tendrás que andar buscando la fecha y el lugar donde las tomaste ya que la función GPS lo hace por ti!

Y más todavía, la FinePix XP-30 te ofrece la posibilidad de fotografiar los paisajes que te rodean gracias a su modo de toma panorámica en 360°.

Con la cámara de fotos digital XP30 de FujiFilm también podrás compartir en línea fotos y videoclips de forma muy sencilla. Y su modo de montaje responde a todos tus deseos de expresión artística.
Información relativa al uso del producto

El sistema de cierre que garantiza la estanqueidad del aparato necesita una acción que se efectúa en dos etapas:

1 - Cierre "clásico" del aparato por una simple presión en la carcasa: a este nivel el aparato aún no está cerrado de forma estanca.
2- Pasar el cierre de bloqueo para asegurar que la cámara está bien cerrada y que el aparato está perfectamente estanco. Un piloto de color amarillo te indica si no has colocado bien el cierre.

SIKKIM

Sikkim.... fué un país independiente en 1976, ahora es una región de la India, montañas monasterios.... es un paraíso terrenal, y un infierno para la población que vive en la más absoluta pobreza.

lunes, 25 de junio de 2012

roman loranc

Roman Loranc es un fotógrafo polaco (nacido en Bielsko-Biala, en 1956) que emigró a los Estados Unidos en 1981 y que en 1984 se trasladó a California. Es especialista en paisajes en ByN, sobre todo del Central Valley de California.“Las iglesias antiguas de mi patria me fascinaban.Son espacios santos donde millones de gente han orado por centenares de años. Son lugares de la gran humildad, y nos recuerdan cuan breves son nuestras vidas. Siento lo msmo cuando estoy fotografiando las arboledas antiguas de robles nativos de California. No era consciente de esto cuando comencé, pero tras reflexionar, pienso que los robles son tan sagrados como las antiguas catedrales de Europa. Son sagradas por que han sobrevivido durante tantos años. Soy consciente que los indígenas de California consideraban todas las cosas vivas como divinas. Para mí una arboleda del Valley Oaks (Valle de los robles) es tan sagrada como cualquier iglesia de Europa”.
Loranc realiza la foto del comienzo al final. Utiliza una cámara del campo Linhof de 4x5”, saca la mayoría de sus fotografías con una lente de Nikkor de 210mm, usa la película clásica Tri-X de Kodak, e imprime a mano sus negativos en el papel multigrado de fibra. El drama natural de los paisajes se reproduce con una técnica de variable semitono (sepia y selenio). Toda la impresión, localización, montaje y archivo son hechos por él mismo.

domingo, 24 de junio de 2012

sábado, 23 de junio de 2012

utamaro

Impresor y pintor, uno de los mejores representantes de la escuela Ukiyo-e, en japonés ´pinturas del mundo flotante´. De nombre original Kitagawa Nebsuyoshi, fue muy reconocido por sus vigorosos retratos de sensuales bellezas femeninas.
Nació en 1753 en una pequeña ciudad de Japón y pronto se marchó a Edo, actual Tokio, ciudad en la que murió el 31 de octubre de 1806.
En Edo, con el nombre de Toyoaki, comenzó a pintar y a realizar originales grabados de mujeres. También se dedicó al cultivo de los temas de la naturaleza  y publicó gran cantidad de libros ilustrados, entre los que Gahon chusen (Los insectos, de 1788) es uno de los más conocidos.
Alrededor de 1791 Utamaro abandonó los diseños naturalistas para la ilustración de libros y se concentró únicamente en la realización de retratos de mujeres de la clase alta, frente a la elaboración de grupos femeninos habitual en la tradición de la escuela Ukiyo-e, y las escenas galantes y eróticas que reflejaban los animados barrios de placer de Edo.
En 1804, en la cima de su éxito , realizó algunas pinturas que representaban a la esposa y las concubinas del dictador militar Toyotomi Hideyoshi, las cuales fueron consideradas como insultos a la dignidad  de Hideyoshi y juzgadas como sediciosas por el shogunato Tokugawa. Fue castigado a prisión y a permanecer esposado durante los cincuenta días de su cautiverio. La experiencia lo marcó  emocionalmente y terminó su carrera como artista.
En su obra destaca la gracia y la elegancia de sus diseños, el delicado tratamiento que realiza del personaje y de la expresión, y por la calidad  técnica que adquiere en la elaboración de sus sigilografías, donde consigue increíbles transparencias en el tratamiento de los ropajes.
En sus sutiles dibjos de cortesanas y mujeres de los barrios de Edo, Utamaro fue fijando los prototipos del encanto femenino en todos sus aspectos. Fue tan popular y reconocido su domino del género  que artistas contemporáneos de la talla de Hokusai eludieron el tratamiento de estos temas, de forma consciente, para evitar la comparación.
Sus bellos diseños, interpretados con mayor audacia y voluptuosidad que en el delicado estilo creado por el grabador Harunobu, establecieron nuevas formas y modelos  tanto en l amoda como en la pintura
Utamaro alcanzó enorme éxito y popularidad, motivo por el cual sus últimos grabados de la década de 1800 perdieron calidad en beneficio de una mayor producción Ejerció una enorme influencia en posteriores grabadores.

EL UKIYO – E
Escuela de arte japonés, llamada ´pintura del mundo flotante´. Es el género de pintura más representativo del periodo Tokugawa (1603-1867). Se desarrolla desde finales del siglo XVII, alrededor de 1680, como una evolución lógica  de la escuela fûzokuga, que había popularizado los temas de género, y se extiende hasta mediados del siglo XIX, 1868, inicio de la época Meiji. La principal técnica utilizada por esta escuela fue la de la xilografía, grabados reproducidos en bloques de madera de cerezo por expertos artesanos. Los temas giran en torno al mundo del teatro , el kabuki, los baños, las casas de citas, las prostitutas, y en general los barrios de placer de las grandes ciudades.

Los precedentes de la escuela Ukiyo-e datan de 1650, cuando empezaron a popularizarse en la pintura los temas de género, los libros ilustrados, especialmente asociados con las guías populares de entretenimiento, la shunga (´estampas de primavera´) o los libros eróticos.
La pintura de género, fûzoku-ga, elaboró en sus obras una conciencia  sobre las dificultades de la vida diaria a lo que contrapuso los placeres del mundo secular, de esta contraposición nació en Ukiyo-e, la representación del mundo flotante. Las raíces de fûzoku-ga están latentes en las primeras pinturas de yamato-e, de hecho los rollos narrativos de los siglos XII-XIV recogían imágenes  de la vida diaria de nobles y de gente corriente, pero el paso a una decidida pintura cotidiana, es decir el paso de yamato-e al fûzoku-ga, se produjo en el siglo XVI. Las escenas que comienzan a representarse son momentos, más que de la vida cotidiana, de diversión, y panorámicas de ciudades. La expresión estereotipada de esta pintura de género dio paso a la escuela Ukiyo-e, que recogía las experiencias pasajeras de los barrios de placer de Edo y de otros núcleos urbanos.
El grabado recogió la temática de esta escuela llevándola a sus más altas consecuencias artísticas. Los temas comunes incluyeron cortesanas y prostitutas famosas, agentes del kabuki y escenas bien conocidas de juegos del kabuki, eróticas, de los baños y de las casas de citas.
En ellas se parodian los proverbios budistas sobre la inconstancia y la transitoriedad de la naturaleza de las cosas. La técnica más utilizada fue la xilografía, que consiguió cubrir la extraordinaria demanda existente de grabados. Se llegaron a realizar hasta 10.000 copias de un mismo tema.
El estilo es una mezcla de la narrativa realista del emaki producido en el período de Kamakura y el estilo decorativo maduro de los períodos de Momoyama y de Tokugawa. Con algo de realismo, con el tiempo incorporó la perspectiva occidental. A pesar de que existían diferencias, todos sus miembros pintaban con la misma técnica, dentro de un mismo estilo.
Como se ha señalado más arriba, Ukiyo-e floreció entre 1680 y mediados del siglo XIX. Suzuki Harunobu (1725?-11770), Kitagawa Utamaro (1753-1806), Katsushika Hokusai (1760-1849), Sharaku (apogeo 1794-95) y Andô Hiroshigue (1797-1858) están entre sus mejores representantes.
Su desarrollo  coincide con el próspero periodo Edo (1600-1868), cuando las editoriales adoptaron las técnicas  de impresión desarrolladas en otros países, que producían en masa imágenes a buen precio  para los mercaderes urbanos y los gremios que florecieron bajo el auspicio de la dinastía Tokugawa.
Ukiyo-e creó un mercado  de ilustraciones de moda, calendarios, tarjetas de felicitación, libros ilustrados, guías de viaje y de entretenimiento, pornografía  y material que promocionaba el teatro kabuki, los burdeles, los salones de té y restaurantes frecuentados por los ciudadanos del periodo Edo.
Hishikawa Moronobu es considerado como el primer representante de la escuela Ukiyo-e. Alrededor del año 1680, este pintor e ilustrador revolucionó la técnica del grabado adaptando las técnicas de la pintura tradicional a la xilografía; produjo más de 100 libros ilustrados y alrededor de 50 shunga, así como numerosas pinturas, periódicos y vistas de plazas famosas.

La transición de las impresiones de dos colores fue realizada por Okumura Masanobu. Pero la madurez de este estilo llegó con las impresiones en policromía, en la década de 1740; a partir de 1765 Suzuki Harunobu perfeccionó la técnica de las impresiones polícromas, utilizando distintas planchas de madera por color  que se estampaban en una misma obra. En ese año los calendarios de este artista encargados por los poderosos clubes de poesía , diseñados con motivos eróticos y ricamente policromados, causaron un gran escándalo. Estos nishiki-e marcaron un hito y el inicio de la edad de oro del Ukiyo-e que, a partir de este momento, tuvo sus mejores obras en las estampas individuales impresas.
Los continuadores de Harunobu dieron una gran difusión a la estampas de Ukiyo-e, en las que utilizaron nuevas técnicas como la incorporación de la mica para conseguir brillantes fondos o la inclusión de papeles con texturas. Se desarrollaron también composiciones marcadas por la grandeza y la monumentalidad de la representación. La esencia del estilo del Ukiyo-e fue incorporada en los trabajos de Utamaro, de Hokusai, y de Hiroshige durante el siglo XVIII.

Sin duda el artista más destacado es Utamaro Kitagawa. Sus sutiles dibujos de cortesanas y mujeres de los barrios de Edo, en los que Utamaro fue fijando los prototipos del encanto femenino en todos sus aspectos y en los que consiguió una calidad técnica admirable, contienen increíbles transparencias en el tratamiento de los ropajes.
Con Katsushika Hokusai, el Ukiyo-e inició una nueva temática gracias a sus Treinta y seis vistas del monte Fuji (1823). Las vistas de paisajes, la utilización de la perspectiva occidental y la inclusión del azul prusiano son propias de este autor.
Después de este momento culminante, en el siglo XIX el Ukiyo-e abandonó su refinamiento y la calidad técnica de sus seguidores se hizo mucho más deficiente; los diseños fueron más vulgares y las composiciones más toscas, en parte debido a la gran demanda de grabados. Los entendidos más exigentes estuvieron a favor del surimono (material impreso), diseños elegantes impresos en papel de alta calidad, utilizados para regalos u objetos de papelería que a menudo incorporaban estilos artísticos fuera de la escuela Ukiyo-e. Esta escuela fue suprimida en 1868 con la solemne restauración del poder  del emperador, periodo conocido como Meiji.

Desde siempre los japoneses son conocidos por su extrema sutilidad a la hora de dibujar, su finura y su refinamiento. Como prueba de esta sutileza encontramos algunas obras hechas con acuarela sobre seda, con unas líneas finísimas y gran minimalismo: muy pocos elementos y una sabia disposición de los mismos. Los cuadros requerían de una laboriosa realización. Era un proceso  muy arduo y muy lento. Los monjes sintoístas dibujaban bosquejos a grafito sobre papel de arroz (parecido al pergamino) y elegían los colores para su obra; por cada color, cada tono, se precisaba una tablilla de cerezo sobre la que se daba la impresión. Luego esa tablilla se imprimía sobre el papel de arroz, el soporte definitivo, utilizando algo muy parecido a lo que sería nuestro tórculo, pero enteramente de madera. Había que repetir el proceso tantas veces como colores se quisieran incluir en la obra. No es de extrañar que apreciemos unas composiciones con mínimos colores y gran simplicidad.
Una gran belleza compositiva domina el cuadro. Realizado con tinta china  y pigmentos para teñirla sobre papel de arroz. Es de suma sutileza, de gran preciosismo. Los Hiten junto a la literatura tradicional japonesa son los últimos testigos, la última reminiscencia de una cultura  que poco a poco va olvidándose y perdiéndose en la memoria  de los japoneses.
El Japón actual es un país acelerado, la vida en las grandes urbes es frenética, es algo enloquecedor. El paisaje se ha tornado de acero y cristal y la zona de kanto (zona urbanizada de toda la costa de Tokyo) más parece un paraíso fiscal americano. Pero no hay que olvidar que Japón mantuvo su sistema  de sociedad  feudal, de samuráis a caballo con espadas hasta bien entrado el siglo XVIII (entorno al 1754).
Mientras los países occidentales pasaban de los mosquetones a los revólveres, de los revólveres a los cañones y de los cañones a los buques de guerra , Japón seguía en 1719 con Katanas sin ganar en una guerra a China.
La política  de apertura al exterior que adoptó la nación  Japonesa, (antes dividida en reinos  feudales) al comienzo del siglo XIX fue decisiva para el rápido crecimiento que ha sufrido este país. Pero volvamos a la vida en los monasterios de la provincia de Kansai en 1720.
La obra budista también es el vivo reflejo del modo de vida que llevaban estos monjes sagrados. Una vida de gran espiritualidad y austeridad. Austeridad que se ve reflejada constantemente en los dibujos que hacían.
Aquí tenemos el precioso dibbujo "Okita de la casa del té de Naniwaya", también de Utamaro siguiendo con la línea que antes hemos explicado.
Su línea, siempre característica, es ligera y acertada. Siempre mantiene un grosor constante, jamás se interrumpe, no presenta rayado ni manchas. Los dibujos mantienen su finura, las líneas recorren magistralmente los contornos. Es un dibujo de tintas planas sin matices. Son unas pinturas exquisitas.
Aquí tenemos un boceto realizado por Hokusai de un guerrero a caballo.
Podemos ver las anotaciones y arrepentimientos que hizo el autor sobre la obra inconclusa.
El suscitado interés  que despertó el arte asiático en los continentes occidentales atrajo a muchos pintores románticos, fauvistas, expresionistas y de infinidad de movimientos a representar motivos exóticos y orientales.
Pablo picasso dijo en alguna ocasión que los japoneses dibujan como respiran.

Una composición de Kitagawa Utamaro que vienen a resumir las características antes expuestas. Fue perfeccionando su técnica de representar los ropajes y las transparencias en la pintura son obras por antonomasia de la cultura tradicional japonesa.
El erotismo en Utamaro tiene una gran importancia. En el momento que encontramos numerosas obras de caracter erótico entre su producción. Estas obras a menudo encargadas expresamente desde palacio, hay que entenderlas desde un punto de visto no cristiano, quiere decir, el cristianismo  el europa  evitaba a toda costa tratar la sexualidad  explícitamente. O todo lo que insinuara o sugiriera tal tema. Ejemplo de ello lo tenemos en los paños de gloria con los que cubrieron las irrepetibles obras de Miguel ángel u otros autores renacentistas. El budismo  es diferente, el sintoísmo es diferente en el momento que aceptan una pluralidad de Dioses. La sexualidad se entiende de otro modo. El tema de la sensualidad está inherente, si nos fijamos, en casi la totalidad de su obra.
En el Japón tradicional tenemos las concubinas por ejemplo, en contraste con una sociedad cristiana enteramente monógama.
Junto a estos dibujos encontramos breves notas explicativas lo que nos induce a pensar que la naturaleza de estas obras, su origen, no era del todo decorativo. Son obras muy evocadoras que a cualquiera pueden recordar de inmediato al famoso Kama Sutra.
CONCLUSIÓN
El arte japonés ha evolucionado junto con sus gentes y sus costumbres, aunque existe un gran contraste entre tradición ymodernidad ; fruto de una sociedad que ha sufrido un adelanto demasiado rápido.
Las nuevas técnicas se dejan notar en casi todos los ámbitos, la informática , el aerógrafo, las nuevas herramientas son susceptibles de ser usadas.
Asimismo Japón ha recibido toneladas de influencia occidental, casi preferentemente americana. El arte abstracto, término que muchos no acaban de encajar, las tendencias occidentales o el arte europeo; son bamboleos mentales que reciben los japoneses día a día. No es de extrañar que la tradición no haya tardado en quedarse atrás. De todos modos lo que más abundantemente hacen los japoneses es contar historias; y qué historias, sólo hay que parar un momento y prestarles atención para darse cuenta de cuántas cosas tienen por contar.
El misterioso y exótico Japón feudal: un auténtico filón de cuentos,mitos y leyendas, a cada cual más interesante y evocadora suele ser un tema recurrente para una gente que en mayor o menor medida echa de menos sus raíces y poseen un fuerte sentimiento de unidad y en algunas ocasiones de rechazo por lo extranjero, lo extraño y ajeno a ellos. Esta cerrazón sólo comparable a la que sufrieron los egipcios no hace si no aumentar el interés que todos sentimos por una cultura tan desconocida y tan poco dada a dejarse conocer.